El día del fin del mundo será limpio y ordenado como el cuaderno del mejor alumno. El borracho del pueblo dormirá en una zanja, el tren expreso pasará sin detenerse en la estación y la banda del regimiento ensayará infinitamente la marcha que toca hace veinte años en la plaza. Sólo que algunos niños dejarán las zapatillas enredadas en los alambres telefónicos, para volver llorando a sus casas sin saber qué decirle a sus madres. Y yo grabaré mis iniciales en la corteza de un tilo pensando que eso no sirve para nada. Los evangélicos saldrán a las esquinas a cantar sus himnos de costumbre. La anciana loca paseará con la sombrilla de siempre. Y yo diré: “El mundo no puede terminar, porque las palomas y los gorriones siguen peleando por la avena en el patio”.
Poema del chileno Jorge Teillier.
no concía a ese autor. muy bueno lo que dice. el mundo no puede terminar...
ResponderEliminarElena S.
Cuando callan los pájaros por estos lados, es muy probable que anuncien -con su silencio- un movimiento sísmico, que por leves, no suelen tener las consecuencias que uno puede ver en Haití. Después de leer este texto, doy gracias que sigan cantando...
ResponderEliminarbello
ResponderEliminar