Para evaluar la honestidad de una promesa, una declaración de amor o una nota periodística hay que saber, previamente, dos o tres cosas fundamentales. Quién habla, desde dónde lo hace y en qué circunstancias compone su discurso. En psicoanálisis todo eso se resume en algo llamado condiciones de enunciación. Se menciona el caso de un amante que escribe una muy encendida carta dirigida a una mujer. La escena forma parte de Relaciones peligrosas, clásica novela erótica del siglo XIX. El detalle es que la “mesa” utilizada por el hombre para redactar el arrebato romántico es la espalda de una joven desnuda con quien el supuesto enamorado de la otra comparte una cama. Las condiciones de enunciación desmienten el enunciado. Hay un periodista argentino, ex vocero de la dictadura militar, que en estos días se muestra preocupado por la supuesta ambición de poder del oficialismo y por los que denomina ataques a la libertad de prensa. El periodista en cuestión llegó a decir en otros tiempos que estaba más alarmado por la flotación del dólar que por la flotación de los cadáveres en el río. Declaraciones de ese tenor niegan las afirmaciones actuales. La lista podría seguir hasta el infinito pero para qué abundar. Observemos con atención sobre qué mesas se redacta algo y sabremos -en el acto- qué se está diciendo realmente.
L.
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