viernes, 1 de julio de 2011
Segunda conclusión
El amor es la invención más perfecta (a veces no tanto) de la raza humana. Eso no se discute por más que en ocasiones, o siempre, termine mal. En las reuniones sociales casi no se habla de otra cosa. La discografía completa de Maná gira sobre la cuestión. No hay novela, canción, película, poema o drama teatral donde no aparezcan besos, caricias y cosas aún más impactantes. Las pruebas son concluyentes. Platón habla de amor hasta cansarse en El banquete. Y Hesíodo, en su Teogonía, lo concibe como el primerísimo de todos los dioses. Lo dicho, sin embargo, no impide, como ya lo hemos subrayado, que el amor pueda ser visto a la manera de una invención tan prodigiosa como en su momento lo fueron la rueda y la brújula. Pero hay otro asunto a considerar. Por mejor que sea una relación amorosa no salva a sus integrantes en ningún sentido. Lo único que salva verdaderamente, si es que la salvación existe, es que cada hombre y cada mujer desarrolle un proyecto personal, algo propio, una producción, en fin, una balsa muy firme y personal que sobreviva a todos los tsunamis. Los que apuestan al amor como salvavidas excluyente se hunden sin remedio. ¿Ejemplo? Romeo y Julieta. Y no es el único.
L.
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