martes, 26 de octubre de 2010

Deseo y consumo


Revistas, afiches callejeros, anuncios de televisión. Todos (también las páginas de Internet) hacen negocio con el sexo. La carne sirve como carnada y mercancía. Los cuerpos expuestos hasta superar el límite de la proctología no valen mucho más que la suma de las partes. Muslos, bocas, nalgas, genitales, senos. Imágenes estéticamente indefendibles resultan primarias y opresivas. La inmoralidad no está en el tema sino en el uso. Los avisos provocan deseos poderosos pero no ofrecen a cambio ninguna forma de satisfacerlos. El corpiño no aplaca la ansiedad erótica que despierta la modelo que lo publicita. El desodorante para hombres no convoca a las féminas que su fragancia promete. El consumidor queda finalmente solo y envuelto por una parafernalia erótica e inútil. Venus vende. Pero no compra amor y, mucho menos, placer y alegría.
L.

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