Hace alrededor de quince años dos chicos de Jujuy se perdieron en la puna del norte argentino. Luego de una larga caminata comiendo raíces y bebiendo agua de los ríos los niños lograron mantenerse vivos y fueron encontrados. La prensa jujeña y mundial destacada en la zona calificó al episodio como el milagro de Molulo, por la localidad donde ocurrió el hallazgo. Hasta se escribió un libro con ese nombre. El milagro de Molulo. Muy pronto se montó un santuario en el lugar y la familia coya fue trasladada espectacularmente a la capital de la provincia. A nadie le interesó saber, como lo supe yo un año más tarde, que los niños de Molulo habían vuelto a perderse, esta vez en San Salvador, convertidos en mendigos, abandonados por sus padres, por los periodistas y la sociedad. Recuerdo el caso ahora en relación con el feliz rescate de los mineros de Atacama. Nuevamente estaríamos ante un milagro de origen divino (eso dicen varias cadenas de mails recibidos entre ayer y hoy) y no frente a una tragedia con suerte y gran acompañamiento mediático. ¿Por qué hay milagro para los 33 de Copiapó y no lo hubo para otros 35 mineros chilenos muertos en accidentes en lo que va de 2010? Aclaro que no me opongo ni a los creyentes ni a sus objetos de adoración. Me opongo, sí, a la estupidez convertida en ideología dominante.
L.
Secuencia:
ResponderEliminarel minero sale
saluda a su familia
saluda al Señor Presidente
saluda a la cámara de TV
y luego se va en camilla.
Creo que está todo dicho.