El único remedio contra la locura es la inocencia de los hechos. Detrás de su apariencia cristalina la frase, citada por la poeta Alejandra Pizarnik, es compleja. Si la locura encierra un desajuste entre realidad y percepción la normalidad se alojaría en cierta armonía verificable entre mundo exterior e interior. El tema quedaría resuelto a no ser por el detalle de que nadie puede jactarse de ser un espejo perfecto y capaz de reflejar la vida como es. Quién pudiera mirar las cosas con ojo desnudo y libre de conceptos y preconceptos. Quién pudiera observar la vida con el asombro de la primera vez. Ningún hombre está a salvo de que un aduanero le revise la valija y encuentre un calzoncillo sin lavar. Ninguna mujer puede ocultar eternamente sus olores más íntimos y graves. No hay armonía posible en la calle amenazada, oscura y sinuosa. ¿Cómo sobrevivir a la contradicción? ¿Cómo conservar la calma y algún grado de pureza en un mundo que se deshace a gritos y balazos?
El único remedio contra la locura es la inocencia de los hechos.
L.
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