viernes, 31 de diciembre de 2010

Algunos lugares demasiado comunes


Por mail, por teléfono y por si caso me dicen que termine y empiece bien el año y que en 2011, claro, se cumplan todos y cada uno de mis deseos. Mis compañeros de oficina se despiden los viernes diciendo buenfinde. Leo en el diario que una actriz se bañó en la piscina como dios la trajo al mundo. La gente suele tener sonrisas de oreja a oreja. Una vedette cuenta en la tele que para conquistar a su novio tuvo que remarla. Un alumno me dice que conoció a una chica en Gesell y que, después de la playa, pasó lo que tenía que pasar. Una nueva lectora de este blog escribe que la felicidad son momentos. Ya fue, dice una amiga. Más vale tarde que nunca, dice otra. Y más vale (también) pájaro en mano. No quiero convertirme en defensor de un lenguaje puro, liberado para siempre de lugares comunes. No soy quién para meterme con el discurso dominante y aprobado. Recuerdo a Neruda cuando advirtió que quien huye del mal gusto cae en el hielo. Es así. Pero qué bueno sería ponerle uno o dos cubitos a la conversación programada, a lo que dice todo el mundo, a la palabra convencional. Un poco de hielo. Encima con este calor...
L.
Este post fue publicado hace exactamente un año.
La presente versión ha sido levemente modificada.

2 comentarios:

  1. Vinicius, en el libro Para una muchacha con una flor, tiene un pequeño relato que habla de la sacerdotisa de los lugares comunes que es imperdible.

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  2. Por qué preocuparse de los lugares comunes cuando vivimos en una sociedad que es puro lugar común. El pensamiento único es muy pobre en palabras.
    ¡Salud!

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