jueves, 16 de diciembre de 2010

Amores de verano


Se supone que los ríos del verano desembocan en amor. Se advierte que en la mayoría de los casos brotan vínculos fugaces e intensos. Pero no hay estación favorable al deseo y sus caprichos. Pese a lo que afirman las revistas dominicales el amor es un fenómeno curioso, anómalo, raro y arbitrario que aparece y desaparece cuando se le da la gana. Se lo puede comparar a un duende perverso que distrae sus días jugando con los sentimientos y el destino de los protagonistas. Es cierto que la exposición del cuerpo ayuda en la playa. Pero ya se sabe que lo físico está sobrevalorado. A cinco centímetros de distancia todos los hombres y todas las mujeres son, en esencia, iguales. La diferencia anida en otra parte indefinible y lejana, una playa adonde se llega caminando o en bicicleta y cuya ubicación exacta, qué pena, no figura en los mapas.
L.

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