Cuando unas nalgas te sonrían no se lo confíes ni a los gatos. Es un consejo que recibió el poeta Oliverio Girondo de una abuela poco afín a los buenos modales. Pero no se limitó a eso. Confecciónate una nueva virginidad a cada instante, le dijo también. Y finalmente deslizó un comentario que deberíamos tener más en cuenta. La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas. De las tres observaciones se desprenden acciones claras. Barrer las telarañas de la costumbre, recuperar la virginidad ante cada nueva experiencia sexual y, por último, si unas nalgas nos saludan (la anhelada sonrisa vertical) no contarlo ni a los gatos de la cuadra.
L.
Es indudable que hay abuelas geniales. Como contribución a estas observaciones les sugiero escuchar a las Blacanblus en El mambo de la abuela.
ResponderEliminarGraciela B