Este es el último dibujo que trabajosamente pude hacer de Grusswillis. Me costó mucho terminarlo pero al final salió en una versión aceptable. Era importante hacerlo con urgencia porque mi gato volvió a escaparse. Me temo que esta vez huyó para siempre y en parte lo entiendo. Las vísperas de año nuevo son duras para todos. En los últimos tiempos lo vi rondando por los techos buscando no sé qué. Quizás a la siamesa que lo dejó en 2009 por un narcogato del barrio. O a su madre atigrada que vive de la caridad en plaza Once. O a la pequeña Naoko, una gata color café que conoció en el Jardín Japonés y que se burla cruel de sus maullidos impostados y solemnes. Mi gato se pone triste en estos días. Y si bien me di cuenta de eso ya en noviembre no supe cómo animarlo. Apenas se me ocurrió decirle que las fiestas pasan rápido, que el tiempo no existe, que si se cumple la profecía de los antiguos mayas no habrá problemas para nadie. Pero Grusswillis no sabe nada de los mayas y no tiene idea del tiempo. Se mueve por la vida por intuición y se defiende mal con sus penas gastadas. Ahora, con este dibujo, pienso empapelar la ciudad. Si alguien lo reconoce por favor avísenme. Se viene el 31 y no quisiera estar sin mi gato en un momento así. También para mí, como para el resto de la gente, estos días son difíciles. Y yo también soy la gente. Y también quiero ser feliz.
L.
L.
La autora del dibujo es Zoe, hija de mi amigo Marcelo M.
Luis:
ResponderEliminarLos gatos no se van: se transforman en otras cosas. Así que prestá atención porque está ahí, sólo tenés que encontrarlo, como la primera vez que lo viste.
El truco está en mirar hacia determinado objeto, quitarle la vista de encima unos instantes y luego volverlo a mirar.
Los que pierden gatos van por la vida diciendo que no con la cabeza.
Max.