martes, 7 de diciembre de 2010

¿Dónde nace la locura?


Uno de los datos más salientes de los papeles diplomáticos revelados por wikileaks es la visión que tenía la administración Bush acerca de los gobernantes latinoamericanos. De la lectura del cable 153018, por ejemplo, se desprende que el sandinista Daniel Ortega y el presidente venezolano Hugo Chávez “están locos”. El mismo diagnóstico fue aplicado por mediocres oficinistas estadounidenses al gobierno de Cristina (puta y loca) y a su difunto marido (bipolar y loco). En el caso argentino, como se sabe, el improvisado “dictamen oficial” se basó en una nota de ficción publicada hace años por la creativa revista Noticias. Alguna vez George Bush calificó a Chávez de “payaso”, y también de "desquiciado mental", siguiendo con la novedosa línea de psiquiatría salvaje instaurada con éxito en los templos de la política exterior. Nadie ha dicho que Bush (causante de la muerte reciente de por lo menos un millón de iraquíes) estuviera loco. De hecho se lo ve como un hombre equilibrado, usa lindos trajes y sonríe siempre. Es posible que Hitler tampoco fuera un demente. Todo lo que quería era un mundo sin negros, sin judíos, sin comunistas y sin gitanos. Para tan loable objetivo creó los hornos crematorios así como sus discípulos Videla y Massera idearon los vuelos de la muerte para aniquilar a los que andaban en algo.
¿Cuál es el problema? Los locos del mundo, en muy apurada conclusión, serían todos los que ponen en riesgo los sagrados intereses de Estados Unidos. Quienes los apoyen, en cualquier punto del planeta, son gente de bien y psíquicamente sana.
L.

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