miércoles, 19 de enero de 2011

Carta desde lejos


Siento a veces que lo vivido allá fue un sueño. Pero lo que vivo acá no es más real. No hablo de bailar bajo la luna. No creo estar perdiendo nada. Quizás sea la nostalgia del cuerpo, de la tierra, de todo lo que se puede tocar y sentir con las manos. Tocar, golpear, acariciar. Por eso la tentación del silencio. Por eso las ganas de correr sin freno. Hacerlo apenas para percibir los latidos de mi corazón y la sangre que sube a la cabeza. Hacerlo acallando cualquier intento de darle voz al hecho de sentirme viva. Quiero enmudecer pero también gritar. Al final termino escalando montañas sin salir de la habitación. Te escribo esto porque has sido el confidente de mis anhelos más carnales. Sólo contigo puedo hablar del hambre y el miedo y la tristeza. No quiero perder eso jamás. No puedo ni deseo traicionar la manera en que te hablé. Sabes que lo hice y lo hago desde el fondo de mi sexo y llenando cada palabra de aliento vital. Decirte algo es para mí un acto sagrado. Y así será siempre.
A.

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