El amor, cuando es amor, no sabe de estrategias. Se mueve ingenuamente por senderos peligrosos. No organiza. No llama. No hace planes. El amor dibuja garabatos en un papel que luego se perderá. El amor circula distraídamente como el viento en la tormenta. Su viaje es en realidad una deriva. Su proyecto carece de proyecto. Su movimiento está errado por definición. Y cada nuevo paso es el abismo. Y cada beso el último y también el primero.
L.
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