¿Para qué escribo en el blog tantas veces por día? ¿Para qué amo? ¿Para qué trabajo si no me gusta? ¿Para qué tener un hijo? ¿Para qué ir a esa cita? Hay una pregunta que debería estar prohibida para nosotros y la posteridad. Y esa pregunta es para qué. Es mala por varias razones. La principal es su inutilidad. En primer lugar porque no tiene respuesta. Nunca se sabe ni se sabrá por qué o para qué hacemos algo. Lo hacemos y punto. En el solo acto de hacer hay algo que alivia. Mucho más que en el acto de pensar. El movimiento engendra movimiento. Y si me pregunto para qué me muevo lo más probable es que frene. Y si freno algo se quiebra en la línea. Me paralizo. En vez de plantearnos para qué deberíamos preguntarnos por qué no. Sería más sano y, también, mucho más productivo.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario