No se sabe si dos piedras chocaron en un beso y parieron chispas. O si un rayo se hundió en el bosque originario preñándolo de llamas y cenizas. Lo cierto es que los primitivos habitantes de la tierra hicieron guerras por la posesión del fuego. Posteriormente en todo el mundo, y desde un tiempo inmemorial, los campesinos encienden fogatas en ciertos días del año y bailan y saltan sobre ellas. Hay varias teorías. Unas dicen que el fuego estimula todo lo que sirve a la salud y la felicidad. Otra sostiene que el fuego destruye pero a la vez purifica. Los amantes comen fuego para que la pasión no muera. Incendios voraces inundan los rincones más oscuros del alma. Pero el mar, acaso la expresión más húmeda del fuego, resiste y salva.
L.
L.
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