La reciente revolución tunecina se desató por un hecho menor. Un joven verdulero de un pueblo alejado de la capital se había inmolado. Las protestas ardieron como el fuego y acabaron por primera vez con una tiranía en el Magreb. La revolución rusa se desató luego de que se derrumbara una tribuna en plenos festejos de los 200 años de la dinastía Romanov. Murieron dos mil personas y la fiesta del zarismo continuó. No tardaron mucho en aparecer los soviets de obreros, campesinos y soldados. La revolución cubana fue concretada por un grupo de doce hombres armados con siete fusiles. La revolución portuguesa podría resumirse en un ramo de claveles. La revolución de mayo tuvo su origen en las guerras napoleónicas y un vacío de poder local. Y encima llovía. Y encima la gente de por aquí estaba, lo que se dice, harta. El origen de una revolución es misterioso. Marx bautizó al vacío como viejo topo de la historia. Pero las causas verdaderas son profundas y muy difíciles de establecer. Algo parecido pasa con la secreta fuente del amor.
L.
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