Cuando Ulises regresaba a Ítaca mediante un largo y riesgoso viaje, debió evitar por cualquier medio el coro fatal y seductor de las sirenas. Si la tripulación lo escuchaba caería en la trampa y terminaría sumergida en las profundidades oceánicas. Con envidiable astucia el viajero tapó con cera los oídos de sus compañeros y se hizo atar con fuertes sogas al palo mayor de la embarcación. Podría decirse que Ulises logró eludir así el goce inmediato (entregarse al encanto de las mujeres-pez) para preservar el objetivo principal. Se privó parcialmente del bocado para salvar el banquete. Piense cada cual en su odisea y entenderá el mensaje.
L.
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