Le pedimos demasiado a la vida. Y ella, pobre, no puede sola con todo. Habría que pedirle menos y hacerlo, en todo caso, desde el sentido común. Le petit prince dio un buen consejo al exigente y único habitante de un lejano asteroide. Le dijo que si quería ordenarle al sol que apareciera a una hora determinada... debía lograr que la orden coincidiera con la hora exacta y natural de salida. Solo en tal caso el sol podría cumplir con lo que se esperaba de él. No se pueden forzar las cosas. Dar más y esperar menos del mundo. No pedirle peras al olmo, claro. Pero tampoco pedírselas al peral.
L.
L.
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