Antes de ser agua fue leche de madre y como tal nutrió a los niños que luego fueron hombres. Con el tiempo el agua, que es mujer, adoptó la forma de las nadadoras, es decir, el hueco femenino que deja un molde perfecto en el líquido elemento. El agua fue entonces muchacha, cadera, muslos, rodilla, cabellos, pezones flotantes. La transparencia la volvió invisible y pura. La ubicuidad le permitió ocultarse y adueñarse de todos los rincones. Los tiranos pensaron que podrían conjurarla con represas de cuero blindado. Olvidaron que el agua blanda se impone siempre a la armadura. Ni la mujer ni el agua son inocentes. Pero las dos son y serán imprescindibles.
L.
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