Salvo el amor incondicional de una madre por su hijo, no hay amores a salvo de pruebas. No hay garantías ni pactos ni leyes. En cualquier momento un vínculo puede hacer agua. Los exámenes no tienen fecha ni puntaje como en la facultad. Y nadie sabe quiénes integran la mesa examinadora. Cada día, cada instante, los integrantes de una pareja deben responder a ciertas preguntas definitorias. Si lo hacen bien pasan de grado. Y si lo hacen mal el puente iniciado está en riesgo de disolución. Habría una sola objeción a la secuencia. Si la construcción del puente va por la mitad del río, el emprendimiento no debería interrumpirse. Hacerlo pone en riesgo de caer a todos los que desean pasar desde una orilla a la otra. Se aconseja continuar el tendido perfecto de maderas y cañas duras. Y, una vez finalizado el paso, decidir en consecuencia. Conclusión. No hay amor sin pruebas. Pero los puentes nunca deberían ser abandonados por la mitad.
L.
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