domingo, 16 de enero de 2011

Origen del odio


El odio nace del amor insatisfecho. Esto no es novedad. Cualquier objeto considerado por un individuo como fuente de displacer, algo que atente contra el goce ilimitado, es rechazado con energía. ¿Por qué? Porque ilusoriamente se cree en la posibilidad de una vida despojada por completo de sombras y obstáculos y contradicciones. Sería como alucinar una existencia que sea pura afirmación y ganancia. Esa creencia, revestida a veces de valores míticos, es la causa de masacres incalificables como las cometidas por Hitler en Alemania o Stalin en la ex Unión Soviética. Eso para no hablar de Estados Unidos (recordar Hiroshima, Vietnam o Irak), Argentina, Camboya, Chile, Perú, Colombia y tantos otros países. Detrás de todo genocidio, ya sea realizado en nombre del humanismo o el desprecio, se oculta el deseo de fundar un reino solamente habitado por gente linda, obediente, blanquita y humana. Esto, llevado al plano familiar, no es muy diferente. Se odia al otro justamente por ser otro, es decir, distinto a mí. El problema no se soluciona con mandamientos bienintencionados pero equívocos del tipo amarás a tu prójimo como a ti mismo. A la luz de los hechos semejante pretensión resulta irrealizable. Amarás a tu prójimo tanto como él te ame a ti. El odio nace del amor pero no tiene nada que ver con él. El amor no se alimenta del odio. Al contrario. Necesita más y más amor para cristalizarse, crecer, durar y expandirse por el mundo.
L.

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