sábado, 15 de enero de 2011

Origen del amor


Amamos porque necesitamos a alguien que ponga fin a la interminable expansión del yo. Al principio estamos encantados con nosotros mismos. Como Narciso nos enamoramos de nuestro reflejo en el agua y nos arrojamos al río para abrazarnos a él. Pero, pasado un tiempo, la mismidad aburre, cansa, agobia hasta límites indecibles. Algo nos dice que tenemos que salir de travesía y dar con un otro que nos acompañe a estar solos. Alguien que le ponga límites a nuestro imperio ilimitado. Cuando tal persona aparece (porque finalmente aparece) algo muy profundo empieza a curarse en nosotros. Es como si hubiera llegado por fin a nuestras vidas ese bañero o enfermera con quien soñábamos despiertos. Después, claro, surgen nuevos y complejos problemas. Pero ninguno aburre tanto como la eterna mirada en el ombligo. Por eso amamos.
L.

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