La filosofía nudista es tan artificial (cultural) como la ropa en sus distintas variantes. Si nos desnudáramos todos a la vez el impacto duraría escasos minutos. El posterior desfile de nalgas, pechos, curvas y heroicas protuberancias se volvería rutinario y nadie ya se asombraría. La exhibición total provocaría una indiferencia también total. La belleza de un cuerpo desnudo sólo es percibida por las razas vestidas. Y hay que haber estado sin ropa alguna vez para apreciar la elegancia de un traje o una blusa. Los animales ni siquiera se plantean el problema. La artificialidad evidente de cualquier opción resulta clara para todos. También para los hombres salvajes de Pongo -en el oeste de África- que viven desnudos y no permiten vestirse a sus mujeres porque, de ese modo, serían más atractivas y podrían ser procuradas por hombres de los pueblos cercanos.
L.
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