miércoles, 8 de diciembre de 2010

El fascismo ordinario


Escenario. Buenos Aires. Feria de Chacarita a pocas cuadras del cementerio. Día de la virgen. Protagonistas. Dos vendedoras de juguetes chinos y un probable cliente. Los tres luciendo los colores de la bandera argentina en sus remeras. Yo esperaba como siempre el 127. Mientras oteaba el horizonte creyendo ver desde lejos los números salvadores escuché una conversación extraña. Lo que oí puede resumirse en lo siguiente. Peruanos, colombianos, chilenos, uruguayos y bolivianos son cucarachas. Esa fue la palabra que usó una de las mujeres. Cucarachas. Hay que ponerlos contra un paredón y acabar con ellos. También los villeros son insectos. No quieren trabajar. Hay que quemarlos a todos en una fogata patriótica. De hecho basta leer los diarios de estos días para confirmar que ya lo están haciendo. Los argentinos de bien, siguieron diciendo los nazis de Chacarita, somos finos y tenemos los huevos bien puestos. El hombre hizo un gesto de refuerzo y las mujeres aplaudieron. La charla subió de tono. Una de las vendedoras propuso que se reimplante el servicio militar. ¡Eso era educación! La otra fue al punto de una vez. Tienen que volver las botas, dijo. Con los militares esto no pasaba. Lo que no pasa, pensé al borde de la desesperación, es el 127. Me pregunté por los primeros discursos de Hitler en las cervecerías de Munich. El führer era un hombre sencillo y convincente. Sus seguidores se parecían a él y al trío de Chacarita. Todos con los huevos bien puestos. También las damas. Cuando por fin subí al colectivo, con los huevos llenos, me pregunté si la conversación escuchada será representativa del argentino medio. Me pregunté si así pensará también la mayoría silenciosa. ¿Seremos un país de fachos? En tal caso, pensé, habrá que subir a una balsa parecida al 127 y navegar con remos o sin ellos hasta dejar atrás el más mínimo rastro de argentinidad gloriosa y genital.
L.

2 comentarios:

  1. Voltaire en siglo XVIII incomodó e iluminó a la sociedad de su época cuando con la luz de la razón sostuvo lo esencial de la tolerancia en la construcción de las sociedades. Fue este concepto base de las Constituciones Americanas. Es dolorosamente inquitante que alguien pueda creer hoy que ignorándolo puede decir que defiende los valores de nuestra nación.
    Graciela B

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  2. Cada día me convenzo más de que sólo podemos hablar de nosotros mismos.

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