Cuando tomamos una decisión -buena, mala o más o menos- debemos hacernos cargo de las consecuencias, quiero decir, no quejarnos de los inevitables efectos que traerá para nosotros la opción elegida, al contrario, asumir sus costos como parte del camino adoptado, los castigos si hay castigo, los premios si hay premio. La idea es aplicable a un sinnúmero de situaciones emocionales, prácticas, académicas, sexuales, políticas, morales e inmorales. Siempre estamos a tiempo de cambiar. Pero si consideramos justa y conveniente la decisión adoptada debemos entregarnos a ella con toda el alma, sin quejas y hasta el fin.
L.
L.
hacerse cargo de las decisiones...
ResponderEliminarq problema!!!
romina
Hablar y pensar en consecuencias (cuando son negativas) es como mirar un espejo roto.
ResponderEliminarEs ver que nuestra imagen sigue reflejandose pero en miles de fragmentos que alguna vez fueron espejo...
En cambio, si las consecuencias son "buenas", todo parece que valió la pena, que el esfuerzo es premiado (como dicen las abuelas) y que hasta el que madruga dios le ayuda....
pero, cada vez que me dicen consecuencias veo lo negativo, la resignación, lo postergado, lo lejano, etc.
Quizás tenga que ver con el mal uso de la palabra...o con las elecciones incorrectas que a las que aposté..
Sea como sea, es mejor evitar arrepentimientos, y antes de elegir algo confirmar y reafirmar todo margen de duda.