Si un amor o un trabajo o un hijo llenaran todas las expectativas no habría de qué preocuparse. Vivimos y amamos y nos quejamos porque algo se perdió en el mundo. Deseamos ilimitadamente y realizamos parcialmente. Comprobada la carencia todo lo que hacemos es tratar de cubrirla como sea. Algunos fuman, otros se emborrachan o se masturban, los de más allá se enamoran, bailan, juegan al fútbol o aprenden un idioma. Otros se vuelven cocineros o artistas. Se puede ver la cuestión como un problema o, también, como un extraordinario estímulo. Si un orgasmo durara toda la vida no habría motivos para persistir. Pero sin embargo insisitimos.
¿Por qué? Porque no hay ni habrá satisfacción total para el deseo.
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