sábado, 1 de enero de 2011

Casa tomada


Después de las doce escapé sin rumbo con un manojo de llaves. Mi objetivo era dar con una puerta al pie de la ciudad sin puertas. Asombrosamente la llave más grande entró como un guante en la cerradura exacta. Parecía el departamento de una joven solitaria, estudiante o quizás desempleada. Imaginé que era extranjera y la posibilidad de que volviese y encontrara a un desconocido me pareció atrayente. Una foto descubierta en la mesa de luz aumentó mi excitación. La cama era doble y fuerte. A un costado, en el piso, observé una bombacha olvidada. Era negra y tenía el tamaño de una mano apenas abierta. La levanté con cuidado y la guardé en un cajón. No había plantas ni mesas ni animales. Sólo una biblioteca y un cuadro gigante con un perturbador desnudo de Courbet. Me quité la ropa y me puse a hojear una revista con la absurda idea de quedarme en ese cuarto para siempre. Una hora más tarde apagué la luz y apoyé la cabeza sobre una almohada blanca y perfumada. Me disponía a dormir cuando escuché que alguien entraba a la casa.
L.

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