La cultura, la moral, la civilización, las instituciones, el código penal, las iglesias...todos juntos no alcanzan a contener el corazón salvaje. Es un músculo rebelde y es también un animal. Cada uno de nosotros está habitado por un caballo negro y lustroso que late indomable por las noches. El caballo está desnudo como todos los caballos. Y el corazón sangra y se agita como todos los corazones. En la oficina, el hogar o la familia tratamos de aquietarlo, calmarlo, maquillarlo. A veces incluso lo queremos matar. Pero es inútil. Cuando vamos al baño y nos miramos al espejo el animal saca a relucir su densa lengua, el sudor, el sexo oscuro, subversivo y amoral. Podemos engañar a todos los que nos rodean. A todos menos al corazón salvaje. Podemos incluso adormecerlo por un tiempo. Pero un día, el menos pensado, el corazón/caballo rompe a patadas el establo y sale como un loco a correr por las praderas.
L.
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