Hay voces y frases que pueden leerse al derecho y al revés. En ningún caso cambian de significado. En gramática se las conoce como palíndromos y no son más que un juego de verano sin mayores consecuencias. Los nombres Ana y Ada o las palabras anilina, ananá, Oruro, Neuquén, salas, oso, radar, reconocer, acá, rotor o somos son algunos ejemplos válidos. La pregunta ¿acaso hubo búhos acá? también funciona leída hacia atrás. Los palíndromos hacen posible lo imposible. Porque en la vida no hay regreso. Nada se repite exactamente como fue. La palabra amor, qué pena, al revés lleva directo a la capital de Italia. El verbo amar nos cuelga de una rama. Y Adán, el primer hombre, termina convertido en nada. Y Eva, con o sin hoja de parra, se convierte en ave. La técnica lingüística no puede aplicarse a la historia colectiva o singular. Los hechos del pasado cayeron para siempre, las fotos del álbum perdieron vigencia, la casa de la infancia fue vendida al menudeo. Pasa igual con las parejas, los momentos felices, la juventud. La soga rota puede anudarse pero no volver a unirse. Y si tu amiga dice que volverá por favor no le creas. Ella no es un palíndromo.
L.
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