Y fue con ella que entendí la soledad que encierra un cuerpo desnudo y quieto. Y fue con ella que aprendí a perderme al punto de asumir la ausencia y ese brillo de nalgas en la tarde ensombrecida. Y fue con ella que entendí la inutilidad de las palabras y ese dejarse ir, la danza en retirada, la ostensible caída de sus pechos en el cielo.
L.
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