La mujer que quise tanto, y por la que lloré seis o siete años, engordó un montón. La vi ayer en pleno centro poco antes de subir al 132. Cuando estábamos juntos parecía una estrella del ballet contemporáneo del San Martín. Ahora es una ballena de esas que Greenpeace quiere salvar de los pesqueros chinos. La mujer que quise tanto, y que al dejarme leía los fragmentos de amor de Roland Barthes, hoy escucha Radio 10 y confía en su carta astral. De noche baila en La divina (Defensa al seiscientos) y se viste con pantalón y pollera cuando da clases en Puán. La mujer que quise tanto no tiene nada que ver con la que conocí. Cambió totalmente. No pasó lo mismo con el amor que despertó en mí. Cambió todo menos eso.
L.
Ohh, los cambios. Malditos cambios.
ResponderEliminarSiempre queda el amor, aunque intentemos esfumarlo de un plumerazo.
(¿Afortunadamente?)
(Afortunadamente)
saber esto no me ayuda para nada che, lo único que me consolaba últimamente es pensar q´él dentro de uños años será gordo pelado y conformista.;)
ResponderEliminarEl paso del tiempo y un encuentro inesperado hace estas cosas. Ni años, ni canas, ni kilos de más impiden el rescate de quienes fuimos por amor. Todo puede cambiar, menos eso.
ResponderEliminarGraciela B
me encanta la fantasía que despiertan tus posteos. todos nos identificamos con ellos. todos fantaseamos si de verdad te pasó eso o es sólo ficción de tu mente literaria.
ResponderEliminarme encanta :)
Aclaro por las dudas que el posteo precedente es ficcional. ¿Pero quién está a salvo de vivir o soñar situaciones como esa? El cambio, además, corre para todos los cuerpos y para todas las almas.
ResponderEliminarL.