Cuando los integrantes de una pareja se han visto desnudos algo esencial cambia en la relación. No porque el cuerpo sea espejo del alma -no siempre lo es- sino porque la intimidad alcanzada se torna de algún modo irreversible. No se trata siquiera de un tema sexual. Es algo que se relaciona con el presente y el futuro del vínculo. Es cierto que pasado algún tiempo el descubrimiento de nuevas tierras ya no es tal. La sorpresa inicial decae, la convivencia deserotiza el conjunto y las formas, por conocidas, pierden impacto. ¿Cómo salir de la encerrona física y existencial? Quizás mediante una desnudez más profunda, más obscena y de mayor alcance donde todo el ser se ponga en juego. Exhibir ante el otro la infancia, los recuerdos, las angustias, los sueños, comporta un grado mayor de proximidad, acaso más alto y duradero que el desnudo estrictamente corporal.
L.
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