martes, 4 de enero de 2011

De trampa en un hotel


Me cuenta una chica del barrio que su hermana, casada y con dos hijos, pasó la tarde haciendo trampa en un hotel. ¿Pero no sentiste culpa?, le preguntó mi amiga. La hermana, muerta de risa, le respondió que no y que mañana o pasado volvería al mismo sitio. Pensé un poco la cuestión. No creo que haya que sentirse culpable. La infidelidad es tan común que ya es rutina. La culpa, además, tiene origen cristiano. Es la vieja idea medieval del pecado, la confesión y los azotes. No va por ahí la cosa. Más posible es que la aventura en cama ajena se relacione con la falta de proyectos, vida propia, intereses. Si esas cuestiones no han sido debidamente consideradas el sexo, o el amor, actúan como un salvavidas de emergencia. ¿Pero y después? ¿Cómo salvarse después?
L.

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