Entre pensar en subir a un bote y remar es mejor lo último. El acto alivia y estimula. Mucho pensamiento, en cambio, suele destilar veneno. Pensar demasiado paraliza. Entre los vericuetos del discurso -el sermón de la montaña- y predicar con el ejemplo mejor lo último. Las clases magistrales aburren. La conducta enseña más que las palabras. Hay algo en el hacer que nos cura de cualquier enfermedad. En algún momento hay que dejarse de planes y especulaciones para pasar a la acción pura. Con más encanto lo dice Homero Expósito en Naranjo en flor. Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento.
L.
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