Mucha gente lee solamente en vacaciones. Error. Habría que leer todo el año, toda la vida, en la playa, en el subte, en el baño, antes de dormir y después de hacer el amor. Pero vamos a suponer que los libros son para el verano, como las bicicletas, y voy a hacer unas pocas y arbitrarias recomendaciones. La novela de Murakami Tokio Blues (Tusquets) es perfecta. También lo es Seda, de Alessandro Baricco (amor, viajes y erotismo) y Océano mar, del mismo autor (Anagrama). De J.M. Coetzee alcanzaría con leer La edad de hierro y Desgracia. No así Verano, su último libro, muy deficiente. De Cesare Pavese lo mejor es La luna y las fogatas (Adriana Hidalgo), que parece escrita para leer con viento y cerca de un bosque. De Sándor Marai El último encuentro está muy arriba. Pero también La mujer justa (Salamandra). La gran novela de la espera se llama Zama y su autor es Antonio Di Bendetto. Intimidad, la novelita de Hanif Kureishi (Anagrama) es la historia, muy bien contada, de un hombre que deja de amar a una mujer. La mejor novela de Juan Carlos Onetti se llama La vida breve y su lectura es casi un deber. Un poco de poesía no vendría mal y para eso Residencia en la tierra, de Pablo Neruda, es quizás lo mejor del autor chileno. Pero también Los dominios perdidos de Jorge Teillier. Y para disfrutar de buenos cuentos no hay que buscar tanto. Tres rosas amarillas, de Raymond Carver, se lleva todos los premios. Qué lindo sería que los visitantes de este blog dejaran al pie de este post sus propias sugerencias de lecturas para el verano. Así sea un único libro. ¿Alguien se anima?
L.
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