Después de ver la película El jardinero (de Jean Becker) se concluye que todos necesitamos el auxilio de un paisajista capaz de cortar pasto, aliviar amarguras, eliminar malas hierbas y abonar la tierra y la existencia. No contar con una persona así es condenarse a una vida sin gracia. Para contratar a un buen jardinero se necesita humildad. Los solitarios, egoístas y orgullosos no son dignos de ayuda. Los otros deben actuar en consecuencia. Así lo hizo Raymond Carver, por ejemplo, cuyos cuentos no serían lo que son sin la ayuda inestimable del editor Gordon Lish. Este último limpió los relatos carverianos de malezas, ramitas y gusanos. Por eso quedaron tan bien. ¿Y cuál es el problema? ¿Por qué oponernos a la acción de los especialistas? Cualquier persona, por mejor plantada que esté, necesita ayuda para vivir. Un jardinero es la solución ideal.
L.
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