Escribir un mail, un cuento, un poema, una novela o el posteo de un blog es un acto de traducción desde un formato a otro. Llevar algo desde lo no verbal (la experiencia) hacia el lenguaje propiamente dicho. Para decirlo de una manera brutal se trataría de suplantar el árbol por una palabra o un conjunto de palabras que presenten o representen ese árbol. La tarea es irrealizable. Un árbol es un árbol y no se lo puede nombrar sin traicionar su esencia. El tema da para largo pero alcanzaría con recordar que no es lo mismo dar un beso que narrarlo. Mejor será siempre un beso de verdad. ¿Para qué sirve la literatura entonces? Quizás para tratar de entender algo, al menos un poco, de lo que nos rodea. Ni un árbol ni un beso nos dicen nada concreto sobre nada. Kafka -que todo lo sabía- resolvió el problema diciendo que la escritura es más pobre pero más clara que la vida. Y así es...siempre y cuando el traductor haya entendido la lección.
L.
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