Ya nadie jugará con tu pelo en una noche de marzo de 2007. No habrá esquinas ni arenas de ningún maldito río. Tampoco plantas en el patio de baldosas flojas. Nadie repetirá el momento en que te vi revolver un café, desnuda, hace un mes y tres minutos. Ahora llueve y el tiempo absorve las gotas con lengua de almeja. Ya nadie podrá invocar tu nombre hasta enloquecer junto al mar y las estrellas. No subirás a mi cuerpo por el mismo costado de la cama. No fijaremos citas. No habrá recuerdos porque inevitablemente después lloraremos como idiotas por algo que no se justifica. No habrá mapas en tu vientre ni gallos de veleta en las grietas oscuras. Dormiremos tal vez una vez más en la terraza. Pero eso será todo. Al día siguiente hablaré de cualquier cosa hasta que olvides el beso y el abrazo mudo que nos dimos bajo un árbol de Martínez y no puedas, ya no Zoe, contárselo a nadie y ni siquiera a vos misma.
L.
L.
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