Un hombre solo (entre 50 y 60, solterón, muy callado, con plata ganada en una exitosa empresa de computadoras) recibe una carta escrita a máquina y colocada en un sobre color rosa. En la carta una posible ex mujer, que no revela su nombre, le cuenta que hace diecinueve años quedó embarazada de él y resolvió tener el hijo. Le dice que ese hijo salió a buscarlo por las rutas de Estados Unidos. El hombre decide averiguar de qué se trata. Alquila un auto y hace un largo recorrido hacia atrás por su aún más largo historial de mujeres perdidas y encontradas. La excusión fracasa. O no. Pero el hombre no da con la autora del enigmático mensaje. Lo dicho hasta acá es un ajustado resumen de Broken flowers, una película de Jim Jarmusch que acabo de ver por segunda vez. Y pensé. No hay regreso posible al pasado porque los hechos han caído para siempre. Y pensé. La vida es extraña e incomprensible. Y pensé. Aún así vale la pena hurgar en los orígenes aunque no sirva para nada. Y pensé. No siempre es bueno volver a ver películas por segunda vez.
L.
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