Suspendelviaje es un tren sin maquinista ni destino. Un tren sordo y ciego, pero no mudo, que avanza en la niebla sin detenerse. Ni siquiera hay estaciones. Sólo vías que brillan y se estiran en la noche como cintas de plata. Los pasajeros están desconcertados pero no se mueven de sus asientos. A través de las ventanillas observan pedazos de mar y bosque, caballos que giran en dirección contraria a las agujas del reloj, peces voladores y pájaros suicidas. Resulta difícil entrever en la neblina un paisaje tan absurdo y fragmentado. El tren va cada vez más rápido. El boletero se ha dormido. El aire se carga de graves amenazas. Y lo mejor de todo aún está por ocurrir.
L.
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