domingo, 2 de enero de 2011

Una carta desde Bogotá


Hoy me di cuenta que la ruta que recorro desde mi casa al trabajo tiene cuerpo de mujer. Lo aprendí mientras le indicaba al taxista el camino a tomar porque, según él, no conocía mucho la ciudad. Cuando estábamos bajando por lo que sería el cuello de la mujer me dijo que yo olía muy bien y que le recordaba a alguien. Ante ese comentario enmudecí. El taxista tendría más o menos mi edad y tenía aspecto de gomelo que es como llaman a los niños bien de Bogotá. Las palabras del taxista me parecieron extrañas. Seguimos bajando por el cuerpo de la mujer y yo le decía gira a la derecha, luego a la izquierda, acá toca dar la vuelta completa. Él por suerte me hacía caso y juntos nos perdimos entre curvas y olores de lluvia.
A.

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