
Hoy me di cuenta que la ruta que recorro desde mi casa al trabajo tiene cuerpo de mujer. Lo aprendí mientras le indicaba al taxista el camino a tomar porque, según él, no conocía mucho la ciudad. Cuando estábamos bajando por lo que sería el cuello de la mujer me dijo que yo olía muy bien y que le recordaba a alguien. Ante ese comentario enmudecí. El taxista tendría más o menos mi edad y tenía aspecto de gomelo que es como llaman a los niños bien de Bogotá. Las palabras del taxista me parecieron extrañas. Seguimos bajando por el cuerpo de la mujer y yo le decía gira a la derecha, luego a la izquierda, acá toca dar la vuelta completa. Él por suerte me hacía caso y juntos nos perdimos entre curvas y olores de lluvia.
A.
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