miércoles, 31 de marzo de 2010

Celos en tiempo irreal


Los militantes del sincericidio creen que la mejor manera de apagar la llama de los celos es decir la verdad. Entonces (de puro honestos) le cuentan todo a su pareja. Que besaron a tal, que soñaron con aquel otro u otra, que se acostaron con un tercero, que fantasean aún con la camarera de la esquina. Ese acto no es otra cosa que quitarse un peso de encima. No es bondad sino una forma sofisticada y sinuosa del egoísmo. Es (para ser más directos) aliviarse de culpa y donar el problema al otro integrante de la pareja. La prueba de la verdad no resulta. Como tantas cosas de la vida los celos no se apagan con nada. Tampoco puede ahogarse voluntariamente la presencia real o fantaseada de un tercero.
¿Qué hacer entonces? Lo primero es no dañar, dicen los médicos.
L.

Celos en tiempo real


Me cuenta F en un mail que su novio está celoso. No importa de quién. Pero está celoso y es la primera vez que lo dice. Ella comentó el asunto con su terapeuta. La psico le dijo que posiblemente el hombre tema perderla. Eso es o sería todo. Quizás el tema se relacione con el miedo más general que todos tenemos a la pérdida de algo o de alguien. Erróneamente suelen asociarse los celos con el amor. No lo veo así. En nombre de supuestas infidelidades y sospechas se cometen diariamente muchos crímenes mal llamados pasionales. No hay pasión sino intento de posesión (rima y todo). Nadie es dueño de nadie. Voy a ser más claro aún. Un hombre no posee a la mujer ni siquiera cuando la está penetrando. El miembro entra y sale. Una vez finalizado el acto ella volverá a quedar (como antes/como siempre) lejana y casi inalcanzable. Al mismo hombre le restaría la opción extrema de comer literalmente a su pareja. Pero tampoco esa extraña cena resultaría. Piense cada cual en las consecuencias fisiológicas de la antropofagia romántica y me ahorrará detalles innecesarios. Aún así admito que en un punto los celos parecen inevitables. Quien nunca estuvo celoso hasta de las bombachas de su mujer (decía Pavese) no entiende nada de la vida.
L.

martes, 30 de marzo de 2010

Colombia en tiempo real


La liberación de Pablo Emilio Moncayo – soldado secuestrado hace doce años por la guerrilla de las Farc- ha sido trasmitida en vivo y en directo por los medios audiovisuales de todo el país. Eso fue posible gracias a que la senadora Piedad Córdoba –mediadora en la gestión- usó el Twitter para contar los pormenores del proceso. Telesur mostró imágenes del soldado aún en la selva. En ellas aparece Moncayo mirando el cielo y diciendo falta poco para reencontrarme con mi familia. El libreto era perfecto y la gente siguió la historia como si fuera un reality. Los datos, las fotos y los videos se trasmitieron en segundos, algo impensable hace pocos años. La noticia de la muerte del papa Juan Pablo I (por ejemplo) demoró ocho minutos en ser difundida por todo el mundo. Se creía que esa barrera –equivalente a lo que tarda un rayo de sol en alcanzar la Tierra- era insuperable. Hasta que se logró la tan anhelada simultaneidad. ¿Sirve para algo conocer un hecho en el mismo instante en que se produce? La respuesta no es sencilla. Lo que sorprende (o conmueve) no es el acontecimiento sino cómo se lo narra. La tecnología aporta al facilitar la propagación de imágenes de impacto. Moncayo quedó libre debido a que su padre (un profesor de secundaria) abandonó su trabajo y recorrió Colombia entera con cadenas enrolladas al cuello. El gesto atrapó y los medios no fueron indiferentes. Pero ver no significa entender. Y mucho menos sentir. Los familiares de los otros 21 soldados que aún siguen en cautiverio desde hace una década han preferido esperar en silencio. O no han encontrado la forma de sensibilizar a los colombianos, quienes tardan bastante más que un rayo de sol en conocer la tragedia.
A.

Mails en cadena


Los mails en cadena confirman la sospecha de que se están acabando los individuos. Ya nadie existe en singular. Y si existe no dialoga. Y si dialoga no lo hace con una persona sino con una multitud de fantasmas. Acabo de recibir uno de esos. No sé si me habla a mí o a un grupo amorfo que por momentos se llama ambos o ustedes o queridos o gente. Se dice que el procedimiento es práctico y eso es innegable. Admito que también yo caí en eso más de una vez. Uno escribe un único mensaje y lo reciben diez mil. Vida práctica y vacía. Vida sin vida. ¿Se acabaron las personas? ¿No hay ya destinatarios? Vamos a poner un poco de orden. Terminemos con los mensajes masivos. Hablar con una sola mujer o un solo hombre es el mayor desafío. Eso nos dirá si estamos en condiciones mínimas de conectarnos realmente con un semejante. ¿Para qué más?
L.

Amantes infieles


No sé si fue en esta esquina o en la otra. Yo la acompañaba los martes a la parada del 96. ¿O del 57? Unos días antes habíamos tenido un accidente con las bicicletas. Ocurrió a pocas cuadras de mi casa en el mes de julio de 2002 o quizás en abril de 2003. Si no me equivoco fue en el cruce de la calle Agrelo con 33 Orientales. Aunque pensándolo bien me parece que el choque fue más cerca de Avenida La Plata. Las ruedas se tocaron peligrosamente y se armó un nudo con los pedales, los manubrios y las piernas. De pronto salté como disparado y caí justo encima de su cuerpo. ¿O fue el revés? ¿O no hubo accidente? Nos encontrábamos a veces en una librería del centro donde ahora venden bombachas y corpiños. No. Me equivoco otra vez. Ahí pusieron (creo) un negocio de telefonía celular. Ya no sé ni dónde queda el centro. Hasta su nombre se me borra a veces. Los recuerdos son amantes infieles. Sirven apenas para escribir tonterías. Pero esos vientos no mueven molinos. ¿Era la parada del 96 o el 57? ¿En cuál de las dos esquinas se produjo el accidente?
L.

lunes, 29 de marzo de 2010

El show de la intimidad



Debe haber algo en todo esto que no entiendo. Me refiero sobre todo a las llamadas redes sociales y, más en general, al exhibicionismo constante de cuerpos y palabras. Si no estás en facebook no existís, me dijo una amiga hace poco. Me explicó que por ese medio puedo conectarme con ex compañeritos de la sala naranja del preescolar, con ex novias, con futuras novias, con amigas que podrían ser novias, con amores en alquiler. Las chicas cuelgan fotos casi en pelotas para ser vistas por el mundo entero. No estoy haciendo un cuestionamiento moral. Estoy tratando de entender. A primera vista parece que hay un miedo terrible a estar solos. El muro se llena de besos, mates, buenos deseos, informaciones inútiles e incluso informaciones útiles. Daría la impresión de que las nuevas tecnologías, hablo también del celular, han logrado que la humanidad esté más comunicada que nunca. No lo veo así. Somos miles de millones pero nadie conoce a nadie, advierte Bradbury en Farenheit 451. Nadie conoce a nadie. Ahí está el problema. Miedo. Soledad multiplicada en una sucesión de imágenes y expresiones fantasmales de un vínculo inexistente. Una palabra realmente pronunciada o un solo beso estampado en una boca de verdad disolverían en segundos la gran mentira colectiva de la cual, claro, este blog forma parte.
L.

El show de la intimidad II


Una amiga y ex alumna de otros años envía un mail en cadena donde le cuenta a sus contactos que murió su papá. El mensaje es largo pero no solo por eso resolví no leerlo. Recuerdo a un ex periodista de Página/12 que hace tiempo escribió una contratapa del diario con el mismo asunto. La muerte de su padre. Le pareció buen tema de nota y procedió como habitualmente proceden los periodistas. El mundo facebook se extiende peligrosamente a todos los campos de la vida. Cualquier evento íntimo es convertido en libro, mail o fotolog. No importa la calidad del producto. Vale por el solo hecho de basarse en una historia real. Uno puede quitarse la ropa con la ventana abierta o cerrada. Alguien puede hasta cagar en público en función de compartir algo que, como la muerte de un familiar, no se soporta en su estricto carácter de hecho privado. Distinto es el caso de escritores mayores que a partir de circunstancias autobiográficas hicieron obras que trascienden ampliamente la situación vivida. Jorge Semprún lo hizo de un modo magistral con su experiencia en Buchenwald, el campo de concentración nazi. O Primo Levi con su martirio en Auschwitz. El artista austríaco Egon Schiele pintó autorretratos en pleno acto de masturbarse que sin duda pertenecen a lo mejor del arte contemporáneo. A todos los demás les recomendaría que se desnuden en silencio y con la persiana baja.
L.

domingo, 28 de marzo de 2010

La mano


Dice el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro que lo primero que conocemos de una mujer es su mano. Primero se va individualizando cada uno de sus dedos. Luego cada uña, cada arruga, cada imperceptible lunar. Después la mano es conocida por los labios y se suma entonces un sabor, una consistencia, algo difícil de nombrar. ¿Y qué decir del brazo, del hombro, del seno, del muslo, de los genitales? Apollinaire habla de las siete puertas del cuerpo femenino. Pero la cifra arbitraria y fisiológica resulta intrascendente. El cuerpo de una mujer –al igual que el del mar- no tiene puertas.
L.

Nostalgias de La Habana

La revolución


Pasé una parte central de mi vida luchando por algo llamado revolución. La idea parecía simple. Los buenos (obreros, campesinos, estudiantes, explotados en general) tomarían el poder y a partir de ahí comenzaría una vida digna de ser vivida. Los que así pensábamos llegamos a imaginar que como consecuencia del asalto del cielo desaparecerían los malos para siempre. No veo así las cosas en la actualidad. Me parece un pensamiento sin futuro que además no parece abonado por la historia. La revolución de mayo terminó en manos del estanciero Rosas. La francesa de 1789 fue tragada por Napoleón y, en parte, por sus propios impulsores. La rusa encumbró a la bestia estalinista. La revolución sandinista está hoy a cargo de un traidor llamado Daniel Ortega que (como me dijo una nicaragüense cuya madre murió en combate) se limpió el culo con la sangre de los héroes. Silvio Rodríguez acaba de pedir en Cuba superar la erre de revolución y revisar todas las cosas y todos los conceptos. ¿Qué se pudra todo entonces? ¿Dejamos el mundo al arbitrio del capitalismo salvaje y nos dedicamos a mandar besitos por Facebook? Tampoco pienso así. Creo que quienes no estamos conformes debemos actuar en cada lugar y sin descanso para cambiar las situaciones que deban ser cambiadas. Defiendo la teoría de las micro-revoluciones. La idea es menos seductora que la primera pero se aleja de todo misticismo. Cuando los buenos llegan al poder se pudren y nos pudren. No podemos cambiar el mundo que habitamos. Cambiemos la vida (entonces) como pedía Rimbaud.
L.

sábado, 27 de marzo de 2010

¿Por qué morir antes de tiempo?


Parece que vivir consiste en quemar etapas. Aprovechá para viajar ahora que sos joven. Disfrutá antes de casarte y tener hijos. Ya no tenés edad para eso. Reducido a lo esencial el proceso implica obedecer en la infancia, divertirse en la juventud, aburrimiento en la adultez y el matrimonio, convertirnos en seres acabados a partir de los 50. En todos los casos el sólo hecho de jugar es considerado un pecado. Y no sólo por hombres y mujeres. El creciente desinterés por el juego también afecta a algunas aves, a los monos, a los carnívoros superiores. Y eso (la falta de alegría) origina luego todo tipo de problemas. Etapas. Asignaturas. Mandatos. Obediencia. ¿No sería mejor pensar la vida como un río en vez de verla como una escalera de durísima piedra? ¿Por qué seguir los planes que otros diseñaron para nosotros? ¿Por qué morirse antes de tiempo?
L.

viernes, 26 de marzo de 2010

Dios por las calles de Buenos Aires


De niña tuve fe en ese dios del que hablan hasta el cansancio los libros de catequesis. Un padre aún más poderoso que mi padre. Alguien que me concedería cualquier deseo si yo demostraba tener un corazón puro. La imagen fue muy efectiva hasta que mi abuela enfermó. Esa noche recé treinta avemarías y unos cuantos padrenuestros. Lo hice porque pensaba que eso era suficiente para curarla. Ella murió al otro día y entonces me di cuenta que ese dios que me habían dibujado en la pizarra del salón de clases ya no me servía. Lo abandoné. La breve temporada de ateísmo duró hasta los 17 años. Estaba en el último mes de estudios, llena de incertidumbre porque no sabía qué profesión elegir y porque básicamente me odiaba. Esta vez dios era un ser mentalmente enfermo. Un señor severo que me sometía a pruebas por cualquier motivo. Me sentía una elegida. Casi como si fuese la descendiente directa de Sor Juana Inés de la Cruz. El fervor murió pronto, junto con un amigo y un amor. Desde entonces dios ha desaparecido y no lo extraño. Ahora todo me resulta más simple sin él. Me pregunto dónde estará. Seguramente vagará por las calles de Buenos Aires sin saber que es dios. O, sabiéndolo, se habrá refugiado en los pasillos de una iglesia de madera que está a punto de ser consumida por las llamas.
A.

Contra los blogs


Criticar blogs desde un blog es el colmo. Algunos son muy buenos pero de esos no voy a hablar. Tampoco (por razones obvias) voy a decir nada de Suspendelviaje. Es más fácil criticar a los demás. En una breve recorrida bloguera supe que una chica está con la regla y eso la pone triste y medio loca. Alguien se alegra por los goles de Boca. Una joven portuguesa dice en portugués que está sola y lee a Coelho. El estilo Facebook impone en todas partes el gran espectáculo del yo. Fui al baño, conocí a Mauro, me acosté con Romina. Aclaro que no tengo nada contra la masturbación textual. ¿Pero a quién le importa si Miguel compró un jabón en Farmacity? Muchos dicen que la proliferación de blogs democratiza la comunicación. Que ahora hay más gente escribiendo. Que es el único espacio que les queda a periodistas y escritores marginados por el sistema. De acuerdo. ¿Pero por qué debo saber que a Natalia le gusta el sexo oral? Me estoy poniendo odioso. Lo sé. Mi psico suele decir que no debo hablar de mujeres con mujeres. No seguí el sabio consejo y ahora la embarro más en un ámbito que también es el mío. Lanzar una cruzada antiblogs desde un blog es (ya) demasiado.
L.

Contra la pureza


Páez (mi maestro de arte) intuyó el miedo y me dijo que no existe nada más inexpresivo que la hoja en blanco. Tenés que calentar el papel, indicó. Con trazos balbuceantes empecé a hacer mi primer dibujo. Una tarde creí que la obra estaba terminada. Pero no sé si fue una pincelada de más, el roce de mi propia mano o un rayón involuntario lo que conspiró para que en un segundo se arruinara el trabajo de varios meses. Cuando desconsolado le mostré al maestro lo que había pasado él me miró casi maravillado. Aprovechá esa mancha plásticamente -me dijo-. No la borres. Incorporala a tu obra. Tuvieron que pasar años para que yo entendiera lo que esas palabras encerraban. Pienso ahora que en la mancha se oculta gran parte del secreto de una obra y (por qué no) de una vida. No comulgo con los que se dedican a ahorrarnos las fatigas y desgarramientos de la existencia. No predico la abstinencia para combatir los peligros del amor. No quiero ver en mi jardín la rosa pura y casta de los necios. Aún así debo admitir que en ciertas noches -maldita contradicción- no puedo dejar ni por un instante de soñar con ella.
L.

jueves, 25 de marzo de 2010

Modelo vivo


Empecé a dibujar en el taller de Roberto Páez. Yo era un adolescente y me topé de pronto con la modelo desnuda. Superar el primer impacto no fue fácil. Resultaba inevitable pensar algunas cosas. La modelo (decía el maestro) es una aglomeración de sombras y luces. Pero yo no dejaba de ver a una mujer sin ropa ubicada a pocos centímetros de mi cuerpo atento. Pasados algunos minutos pude alcanzar la visión artística. Y entonces sí. Luces y sombras. Curvas. Oscuridades. Iluminaciones. Manchas. Olvidar que que las nalgas son nalgas. Ya nada importaba. El conjunto empezó a diluirse en mis ganas de plasmar algo en la tela. La figura desvestida se fundía con la cortina en la ventana, el atril, la silla del fondo, un florero vacío. Sólo al final recuperé mi condición. Algo parecido me ocurrió cuando salí de pasar varias horas en un observatorio astronómico. Las estrellas y las nebulosas desaparecieron y poco a poco volví a fundirme con la tierra que es (también) una mujer desnuda.
L.

La ilustración es de Coni, alias Hormiga, ex alumna de Tea.

Enamorarse


Escribe M (desde Barcelona) para contarme su historia fallida con un chileno encantador. Le daba unos besos lindísimos y en la cama era el rey. Pero ahora el hombre volvió a su país y por chat le dice que está muy ocupado y hace calor. Decepcionada y sombría M se siente sola. Dice que ya no le importa el sexo salvaje. Que le bastarían un abrazo, una caricia, un poco de ternura. Explica (a modo de resumen) que quiere enamorarse. B, desde el microcentro, me dice por mail que terminó su aventura con un periodista casado. Ella es separada y tiene hijos chicos. Lo único que quiero es enamorarme, concluye. Recordé una escena de Sex and the city. Jessica Parker (en su papel de Carrie) había pasado el día de derrota en derrota. Terminó medio borracha en una fiesta que se hacía en un barco. Salió a cubierta a tomar aire y ahí mantuvo un diálogo con un marinero. ¿Cuántas veces una persona puede enamorarse en la vida?, le preguntó ella. El tripulante pensó un poco y habló. Con suerte una, arriesgó. Con mucha suerte dos. Buena respuesta, concedió Carrie. ¿No hay salida entonces? Supongo que sí. El deseo es la fuente de los milagros. Y si bien pienso como el marino de la serie creo que a partir de las ganas todo es posible. Hasta los que están enamorados deberían tener ganas (siempre) de enamorarse.
L.

Mails no respondidos


Tengo por costumbre responder a todos los mails que recibo. Lo hago siempre y sin considerarme un genio por eso. Es un hábito adquirido como darle de comer al gato, regar las plantas o apagar las luces antes de salir. Pero no todos adoptan esa actitud. Diría que son cada vez menos los que lo hacen. El advenimiento de la tecnología digital abrió la extraordinaria posibilidad que tienen tanto el emisor como el receptor de cortar un diálogo en cualquier instante y de manera abrupta. Un mensaje profesional, de amor o de simple reciprocidad puede no ser atendido jamás. El silencio impuesto suele llevar al sujeto privado hasta de su categoría de interlocutor casual o momentáneo a hacer especulaciones no siempre certeras y (por lo general) paranoicas. Aún así resulta comprensible que quien ha sido negado interprete lo ocurrido como un portazo. Nunca en la historia fue tan fácil ejercer la indiferencia. Ignorar. Suprimir. Borrar. Podría suponerse que estoy exagerando. Es posible. Pero como es habitual en mí voy a llevar las cosas al extremo. Sospecho que los actos más atroces y violentos de aniquilación de personas y culturas consideradas raras, ajenas o enemigas no están demasiado alejados de una praxis tan moderna, simpática y accesible como la que aquí se describe. No responder a un mail es (apenas) el primer paso.
L.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Las pastillas del abuelo



Me dicen en la farmacia que el 40 por ciento de todas las pastillas consumidas en Buenos Aires son tranquilzantes. Rivotril, Alplax, Lexotanil, Valium. Ya podríamos decir que el cuerpo humano, urbano y contemporáneo se compone básicamente de calmantes. El resto es agua y se administra en vasos para facilitar un llenado veloz de los espacios conflictivos. La farmacología universal nos ha provisto con los estímulos necesarios para seguir viviendo a pleno. A la mañana nos saludamos con lexotanil y la sensación de placer es inmediata. Horas más tarde el efecto de la droga se amortigua y sobreviene como siempre la tristeza. En tales casos una buena dosis de antidepresivos es la solución ideal. La alegría se convierte en puro impulso y la vida adquiere el color claro e indeleble de las rosas sin perfume. A la tarde ya no recordamos ni cómo se llamaba nuestra primera novia. Y a la noche sólo pensamos en hacer el amor con la carne trémula y una bien dosificada mezcla de olvido y desesperación. Tampoco en este punto hay que preocuparse mucho. Si algo no está a la altura de las circunstancias un cóctel de sustancias de color azul hará que el estandarte no decaiga. Las drogas nuevas y viejas, las legales y las prohibidas, están al alcance de todos. Para amar, para odiar, para reír, para bailar, para dormir con el enemigo y despertar sin vomitar. Hay una pastilla para cada necesidad. Dejamos de buscar adentro lo que afuera se nos brinda procurando el bienestar. Y si aún así quedaran espacios sin cubrir, podemos leer Clarín al levantarnos y hacer zapping antes de dormir.
L.

Hoy en la calle


Voy siempre a las marchas del 24 de marzo. No sé por qué pero voy. Es un ritual necesario. Me gusta la gente que avanza con carteles, los grupos de murga, los movimientos barriales de nombres raros, las consignas borroneadas a mano en un papel, las parejas que se besan, las banderas rojas, los cánticos nuevos y viejos. Hay mucha gente que sale de los agujeros con ganas de gritar y expresarse. Y lo hace de diez mil modos diferentes. En el asfalto se arman rondas de mate y empanadas. Y en la plaza nadie escucha lo que pasa en el escenario. Esta vez los artistas son los manifestantes. El centro es invadido por la periferia y el reclamo de justicia no se limita a denunciar la matanza cometida por la dictadura. Lo que se pone en cuestión es un sistema de vida. No será la revolución pero en algún punto se le parece. Hay una alegría en las marchas que le da potencia y color a la protesta. ¿Quién dijo que todo está perdido?
L.

Hoy



No me gustan los manifiestos políticos, las frases aprendidas de memoria, la rutina aplicada a la defensa de los derechos humanos o de lo que sea. Podría apenas decir que un día como hoy (hace 34 años) yo era joven y comunista. No estaba perdido en la vida. Luchaba por la revolución y el socialismo. Los comunicados de la junta militar se sucedían y un amigo de entonces me llevó en auto a ver qué pasaba en el centro. Había en las calles un silencio de muerte. Pero los negocios de ropa en la avenida Santa Fe destilaban alegría. No había mesa en las confiterías de lujo. Muchos de nosotros se niegan a admitir que ese día tuvimos una sensación de alivio. El desgobierno fascista y bipolar de Isabel y López Rega había llegado a un punto inaguantable. Unas tres mil personas fueron fusiladas en la calle por la triple A, la economía saltaba por los aires, las organizaciones armadas no habían logrado su objetivo de alcanzar la patria socialista. Nosotros (afiliados entonces a un partido que traicionó gravemente sus ideales y razón de ser) llegamos a pensar que un poco de orden no vendría mal. Para qué seguir este relato. Con la dictadura perdí a mis mejores amigos. Al negrito Avellaneda (cuyo cuerpo torturado y sin vida fue hallado en la costa uruguaya), a un joven obrero de una empresa automotriz (compañero de lucha y atento a las mujeres como yo), a un escritor trotskista, padre de una adolescente que me atraía bastante. Vivía frente a mi casa de Olivos y lo arrancaron de la cama para desaparecerlo tras destrozar su casa y robar casi todo lo que había adentro. Los vecinos dormían o se hacían los dormidos. Perdí también a Eleonora -ninfa de los bosques- cuyo único delito había sido la distribución de volantes de la juventud guevarista, a José Flores, un estudiante de Arquitectura que afilié a la FJC y que como tantos nunca más apareció. Se lo habían llevado el 9 de setiembre de 1976. En algo andarían decían los buenos ciudadanos hace 34 años. Creo que los de hoy dicen o dirían lo mismo pero en voz aún más baja. La mayoría de los argentinos sólo saben que hoy es feriado y brilla el sol. Es un día ideal para quedarse en casa. Algunos ya compraron carne para el asado. Carne asada, carne venosa y sangrante, carne que no desemboca. Los nuevos filósofos (Alejandro Rozitchtner es uno de ellos) y los felices en general dicen que todo aquello pasó y que debemos mirar hacia adelante. Pero adelante no hay nada. Hoy y siempre voy a mirar hacia atrás porque es el único sendero que conozco para forjar algún futuro personal y colectivo. Voy a mirar lo más atrás posible. Y así voy a seguir hasta el fin.
Ni olvido ni perdón. Juicio y castigo a todos los culpables.
L.

La foto que ilustra este post  foto fue tomada por Тудаблин, el 5 de diciembre de 2008, en Krasnaya Presnya, Moscú (Rusia). Los interesados en conocer su obra pueden visitar el siguiente enlace: http://www.flickr.com/photos/over_the_hills_2/3084633881

martes, 23 de marzo de 2010

Cielo y tierra se unieron por nosotros

La felicidad


Claudia (alumna de segundo año de Tea) me pregunta si alguna vez fui feliz y qué es la felicidad para mí. Lo hace al pie del posteo titulado entretenimientos. Me puse a pensar en la cuestión mientras almorzaba y miraba a mi gato grusswillis estirarse a pleno bajo el sol. Lo primero que se me ocurrió es que en eso consiste la felicidad. En estirarse bajo el sol sin saber qué es el sol ni qué significa estirarse. Pero me pareció una respuesta demasiado cómoda. La siguiente idea que vino a mi cabeza es que tal vez el problema resida en los nombres. Si el amor, la felicidad, la justicia, el altruísmo o la verdad no se llamaran de ningún modo todo sería mucho más fácil. Nadie se preguntaría (por caso) si es feliz o si está enamorado. Más aún. Si pensamos un poco más a fondo recordaríamos que invocando esos valores se cometieron crímenes atroces. Como los perpetrados por Stalin en nombre del humanismo socialista. O por Bush para liberar al mundo del terrorismo. O por Hitler a favor de la gran Alemania. O por Videla para salvarnos de la subversión apátrida. Soy consciente de que la idea de vivir en un mundo sin palabras es irrealizable. De hecho estoy diciendo esto con ayuda del lenguaje. No sé si fui o soy feliz. No sé qué es la felicidad. Pero ahora (justamente ahora) me gustaría echarme al sol como grusswillis. Y no tener que rendir cuentas a nadie (además) por adoptar esa actitud ociosa, esencialmente banal e improductiva.
L.

Solos y solas


El miedo a la soledad ha generado un negocio fabuloso. Salas de chat desangelado, cruceros de amor fingido y bien pagado, gimnasia bioenergética (buena excusa para tocarse), ridículas agencias matrimoniales y, últimamente, algo llamado encuentros filosóficos. Esta ingeniosa iniciativa está especialmente dedicada a gente que no puede coger si el acto no va acompañado de bonitas palabras, pensamientos inspiradores y cultos, una feliz conjunción de Malba, centro Borges y Biblioteca Nacional al mismo tiempo. Las reuniones tocan temas desinteresados como volver a empezar, no hay edad para el amor o la importancia del otro. Se sirven masitas y café rico (todo por el mismo precio) y al final hay un recreo para pasarse los teléfonos o las direcciones de mail. Una ex alumna de taller literario llegó a tener alrededor de sesenta citas fallidas luego de asistir a esos eventos patéticos. En el peor de los casos los clientes dan con la mercadería buscada. Pero después no saben qué hacer con eso. El vacío existencial no se llena con nada. Y lo que antes era miedo a la soledad se convierte en déjenme solo (o sola) por favor. El amor es un duende que suele visitarnos cuando estamos distraídos. Los solos y solas deberían dedicarse a leer, a no hacer nada, a crecer como personas y no perder el tiempo chateando o participando de falsos encuentros filosóficos. El día menos pensado el cielo volverá a mezclarse con la tierra y (como dice el poeta) el espíritu de Dios empezará a moverse sobre la superficie de las aguas.
L.

lunes, 22 de marzo de 2010

Entretenimientos


Ir de compras al Carrefour, hablar por celular, mirar la pantalla del celular, masturbarse con el celular, leer el diario, escuchar radio 10, viajar el finde a Pinamar, juntarse con Vero a tomar una Stella, participar de largas reuniones familiares, paseos y ocultamientos familiares, bajar películas de Internet y no verlas nunca, leer este blog, navegar por la red, comer papas fritas y hamburguesas, hacer un curso de escritura creativa, jugar a playstation, hacer zapping en tevé, chatear cuatro o cinco horas con desconocidos, ver partidos de fútbol, hablar del Mundial, comprar entradas para cualquier cosa, chequear los mails una vez más, leer los diez consejos para un sexo feliz que ofrece la revista Maxim, abrir la heladera, cerrarla, volver a abrirla, convertir pensamientos negativos en positivos, tener hijos, no tenerlos, ayudar a los pobres, no ayudarlos, casarse, divorciarse, ir al Golden, excitarse, fumar porro, cambiar parejas, cambiarse de ropa, ir, por fin, a la peluquería. Cualquier cosa es mejor que abrir los ojos. Cualquier cosa es mejor que despertar.
L.

Campaña de reclutamiento


Nuestro flamante contador dice que este blog tiene un promedio diario de cien visitas de Argentina y otros países como Noruega, Martinica, Ucrania, España y Polonia. Suspendelviaje cuenta hasta hoy con 93 seguidores. Saber que no estamos solos es un estímulo para seguir ampliando este espacio y mejorarlo en la medida de lo posible. Invitamos por este medio a que los visitantes se hagan seguidores (cliqueando donde dice SEGUIR) con su nombre verdadero, como anónimos o como quieran. También a que opinen a favor o en contra al pie de los posteos que despierten interés. Y a que participen no solo como observadores (que ya es algo) sino también como adherentes activos e involucrados.
Andrea y Luis

Otoño secreto


El otoño llegó en puntas de pie. Secretamente. Pronto vendrán el invierno, la primavera, el verano, los platos voladores y el fin del mundo. Pero ni siquiera eso alcanzará. Seguiremos sin ver ni comprender. O haciendo cuentas que nunca cierran. Los crímenes seguirán impunes. En la televisión continuarán riéndose de la gente que toma la vida demasiado en serio. ¿Había que tomarla en broma? El cielo se pondrá amarillo como las fotos olvidadas que caen de los árboles. Hará falta un buen otoño tras un verano tan largo.
L.

domingo, 21 de marzo de 2010

La lección de piano


El profesor empezó a tocar piano y de pronto se detuvo. Vio sus dedos inflamados. Rojos. Contempló sus manos con tristeza y me dijo que esperaba que no fuera lo que pensaba. Aprendí la marcha fúnebre en hora y media de clase. Me dijo que solo dos estudiantes más la habían hecho. El último hacía quince años. El camino (de todos modos) es largo. Las notas están en mi cabeza pero la interpretación solo vendrá tiempo después. Hay gente que deja huella, deslizó cuando hablamos de los héroes. Le dije que sí. Me contó que trabajaba en su último proyecto. Un libro de técnica para niños basado en la música colombiana. No sé por qué terminamos hablando de partir, alejarse, entregar. Eso me dejó pensando un largo rato. ¿Qué podría decir? El silencio fue la mejor respuesta.

Andrea

Por qué somos infieles I


Los defensores acérrimos de la fidelidad deberían considerar los indudables beneficios de ser infieles. Se ha dicho que la pareja es una carga tan difícil de sobrellevar que a veces dos personas no alcanzan para sostenerla. Hacen falta por lo menos tres. Nadie puede negar honestamente que jamás pensó en otro cuerpo mientras hacía el amor (voy a ser fino esta vez) con su pareja. Es algo tan común que hasta da vergüenza recordarlo. Hay tantos fantasmas en la cama que a veces el tamaño del colchón resulta insuficiente para semejante asamblea. ¿Pero qué problema hay? Al contrario. Hombre y mujer se favorecen mutualmente con el valor agregado que brindan las fantasías lejanas. Esto último lleva a un nuevo tema que por ahora dejaremos en suspenso. ¿A quién aman realmente los que aman? ¿Y qué ventajas obtiene de la confusión quien se desempeña en la trastienda como oscuro objeto del deseo? Las amantes (segundas) entenderán mejor de qué estoy hablando.
L.

Por qué somos infieles II


Para ser infiel (dicen) alcanza con mirar a alguien que no es nuestra pareja. Algunos llevan la fantasía a los hechos y empiezan los problemas. O las soluciones. Siempre se arma lío. También se dice que fieles son los perros. Hombres y mujeres deberían ser leales en todas las pistas de prueba. Tanto en una relación legal como en una clandestina lo ideal sería que nadie finja lo que no siente. Pero ningún argumento nacido de la inteligencia o la moral resuelve esta cuestión. Quizás la infidelidad se relacione con el mundo incompleto que habitamos. Algo nos falta y eso suele empujarnos a jardines ajenos. No hay fórmulas ni camino recto. Vivir es desviarse, decía Kafka. Vivir es (por sobre todo) ser fieles a nosotros mismos.
L.

Por qué somos infieles III


Hasta la edad de treinta años (equivalente a las tres cuartas partes de su vida) el escritor checo Franz Kafka se comportó como un libertino dado a prostitutas, criadas, cocineras, enfermeras y esposas infieles. Pero en todo momento buscó la contraparte de una pureza idealizada en muchachas que intentaba colocar en un cielo impoluto. En el otoño de 1913 recorrió las calles de Praga donde las putas -como la muerte- esperaban pacientes en la esquina. Luego se enamoró de una manera casi enfermiza de Felice Bauer y muy especialmente de Milena Jásenskà, una periodista brillante que en ese momento estaba casada. Con ellas y otras cuatro o cinco más el autor de El castillo pudo sentir la sensación de amor. Pero sólo con las rameras gozó de verdad. Esa fue la gran contradicción de su vida y el origen de su marcada inclinación a la infidelidad en todos los terrenos de la vida. Eso con la única excepción de una mujer tetona llamada literatura. A esta última le fue fiel hasta la muerte.
L.

sábado, 20 de marzo de 2010

Todos quieren escribir


La vecina de abajo, la amiga del amigo de una prima, el novio de la chica del lavadero. Todos quieren escribir. Me mandan mensajes diciéndolo claramente. Algunos llaman por teléfono. Quiero escribir, declaran. Cuando les digo que entonces deben limitarse a hacerlo se desaniman. Pegar el culo en la silla, insisto brutalmente. Pero no es eso lo que quieren escuchar. La multitud deseante me recuerda a los que dicen que quieren estar solos. ¡Pero si ya están solos! O a los que quieren enamorarse o viajar. Quizás el problema se resuelva cuando los aspirantes a cualquier cosa remplacen la alucinación por la acción insustituible. Pensemos en un bebé con hambre. Al comienzo alucina la teta. Le basta para ello succionar su dedo o el chupete. Pero cuando el hambre aprieta cambia radicalmente de estrategia y llora, grita, patalea. La protesta resulta y el alimento llega. Los que quieren escribir deberían dejar de alucinar y romperse la cabeza contra el muro del lenguaje. Borronear al menos una frase en un papel. Entre el deseo y su realización hay un abismo gigantesco. Para saltarlo hay que seguir el ejemplo del bebé.
L.

Periodismo al desnudo


Los suplementos culturales están que arden porque descubrieron que el recientemente fallecido periodista polaco Ryszard Kapuscinski fue un sucio tramposo. Al parecer acomodaba los datos a su arbitrio y contaba situaciones no confirmadas. Dado que no pasa nada grave en el mundo una parva de columnistas brillantes, cronistas premiados y chismosos de barrio en general desbordan de entusiasmo. El nuevo periodismo miente, García Márquez miente, Capote miente, Walsh miente. La realidad por fin vuelve a ser real. Basta de engaños. Lo que pasó realmente pasó y eso no admite desviaciones. Leila Guerriero llega a decir que escribir bien no es hacer ficción. Se equivoca. El best seller Combustible espiritual (por caso) no está mal escrito. Y sin embargo es, además de ridículo, absolutamente ficcional. Los adalides de la verdad se enojan (post mortem) con Kapuscinski porque escribía libros a partir de recuerdos lejanos. No conseguía exclusivas ni daba noticias. Cuando le preguntaban qué porcentaje de información dejaba afuera de sus crónicas decía… el 99 por ciento. Semejante porcentaje (claro) era lo que su memoria descartaba o no había registrado. Y hasta se ufanaba de no haber hecho una sola entrevista en su vida. Clarín (diario serio) no lo hubiese contado jamás dentro de su prestigioso staff. Si don Kapu anda por algún lugar del cielo o de la tierra debe estar muriéndose otra vez. Pero de risa. Con resignación aceptaría que la época miente sobre él y seguiría escribiendo con privilegiada maestría las verdades inverificables que conceden la mirada y la memoria, únicas fuentes fiables para escribir ficción, no ficción, nuevo y viejo periodismo y hasta posteos en Suspendelviaje.
L.

Elementos enviados


El día amaneció nublado y fresco. Fui a devolver las películas y pensé que estarías aterrizando en Bogotá. Con quién reír ahora. Me preparo para el curso de la noche. Colgué en el blog la última provocación del día. Decir te extraño sería demasiado vulgar. Y sería (también) dar por cierto que no estás. Pero todas las cosas te arrastran a un lugar donde ya estabas desde siempre y para siempre.
L.

viernes, 19 de marzo de 2010

Canción de aniversario


No es blanco el cielo sino ligeramente pálido, tirando a gris. Faltaría un azul para la conjunción de nubes y pájaros y aire. Nada está en su sitio últimamente. El sol es verde o menos que eso. Y la luz se cansa de alumbrar lo que no está. Algo respira y tiembla como un pez. Es una silueta que se pierde en el desierto. Es ella y las flores que abre o cierra para mí. No suspendió el viaje. Es ella y nadie más.
L.

Un sueño realizado


Corrigiendo trabajos de alumnos encuentro declaraciones sorprendentes. Uno asegura que cuando las injusticias lo superan escucha rock pesado. Una alumna dice que apenas termine periodismo continuará estudiando catering. Otra afirma que su asignatura pendiente es conducir un programa de televisión. Casi todos se muestran muy seguros de las metas a seguir, del camino para lograrlas, de la convicción de no moverse del rumbo elegido. Tengo unos cuantos años más que ellos. Quizás tendría razones de sobra para hablar de proyectos alcanzados o suponer que no me quedan ya (qué horror) asignaturas pendientes. Pero no es así. En comparación me siento en falta. No tengo metas. Las asignaturas (todas) fueron reprobadas o siguen en sala de espera. Me siento inseguro y me muevo siempre en direcciones improbables. Ni siquiera sé qué decir cuando hablo por teléfono. Debo ser un fracasado. Peor aún. Creo que el fracaso es mi sueño realizado.
L.

El miedo y las mujeres


Es un lugar común del psicoanálisis suponer que el temor de caperucita a ser comida por el lobo encubre el deseo inconsciente de que eso ocurra. El anhelo gastronómico del animal (visto así) pasaría por otro lado. En los sueños casi todo lo que tenga que ver con el acto de alimentarse alude al sexo por elevación. No por casualidad mujeres y hombres suelen decir que comerían a una persona que les gusta. Te voy a beber de un trago como una copa de ron, dice el poeta cubano Nicolás Guillén. El subtexto de caperucita y el lobo habla de lo mismo. Algunas chicas temen que les pase exactamente eso que desean profundamente. Miedo y deseo duermen en la misma cama. El temor (dicho de otro modo) es una de las tantas formas que adopta el deseo para anunciarse. Las mujeres deberían pensar en esto con más frecuencia. Y en vez de eludir lo amado y temido avanzar justamente en la dirección prohibida. Hacerlo (además) no sólo en el terreno sexual sino en todos los campos de la existencia.
L.

jueves, 18 de marzo de 2010

Invento en mí un soñador

Guía para náufragos


Recorrer el cuerpo de una mujer es un ejercicio que requiere tiempo. Subir y bajar, quedarse en el llano, resbalar hacia un costado, aventurarse en la sombra, salir, naufragar en los olores, descubrir nuevamente aquello que creíamos conocer. No se trata de un acto físico. Es (aunque no parezca) un viaje espiritual. El mapa se estira, se encoge, se dilata. Los pelitos se erizan, los huecos se ahuecan y el silencio adquiere un tono de asombro. Recorrer el cuerpo desnudo de una mujer es interrogarlo sin alcanzar a oír la respuesta. Lo mejor es ahogarse en la navegación. Y entregarse a la deriva. Hundirse (en este caso) es la única manera de salvarse.

L.

Un vaso lleno de sed


Tanto viaje para qué. Soñé con altas olas, bosque a los costados, cabaña de troncos, nieve en cantidad. Pero el lugar era distinto a lo esperado y la imaginacion me traicionó. A veces tengo ganas de tomar helado. Muchas. Pero cuando salgo con la crema derritiéndose en los dedos aparece puntual la desilusión. ¿Esto era? Y así con todo. El precio de concretar los sueños es la insatisfacción. Hay algo que siempre falta. Quizás tenga que hacer dieta con el deseo. Comer poco. Casi nada. Alimentar el hambre. Llenar el vaso de sed.
L.

miércoles, 17 de marzo de 2010

La verdad es revolucionaria


La mentira bendecida por las instituciones, las buenas familias, las reuniones académicas, los diez mil amigos de Facebook, las chicas lindas, las lecturas, las parejas, los diarios, la televisión, los políticos. La mentira en la cama, en la calle, en la bombacha negra. La mentira en las conversaciones, en los juramentos de amor, en los discursos, en este blog, en los otros, en las drogas y los cuentos. La mentira que aceptamos, apoyamos, reforzamos, consagramos. La mentira en el beso, en el rezo, en el corpiño, en los reportajes exclusivos, en el nuevo y el viejo periodismo, en los celulares, en las fiestas, en los velorios, en los rituales de sexo anal y sexo oral. Las mentiras de la historia, las de sus divulgadores y maquilladores. Mienten los héroes de la objetividad y también lo hacen los guardianes de la subjetividad. En ese contexto de tumores y temores disfrazados, la verdad, cualquier verdad, la más parcial y relativa, es la única subversión posible. La verdad es revolucionaria.
L.

Contra la espontaneidad


Lo que sale del alma parece gozar de un valor socialmente consagrado. Pero ya es hora de admitir que la espontaneidad no es un valor en sí mismo. Al hablar o escribir (por ejemplo) el alma dicta casi siempre obviedades. Frases como mi más sentido pésame, lo que mata es la humedad, lloró desconsoladamente o buen finde son expresiones que de tan repetidas acabamos por considerar naturales. Tampoco el amor se sostiene de manera espontánea. Nos guste o no debemos trabajar también con el deseo. Hacerlo (además) con la misma dedicación del artesano. Es cierto que no se puede amar por obligación. Pero una vez instaurado el deseo hay que alimentarlo del mismo modo que se pinta un cuadro, se riega una planta o se escribe una obra de ficción. Deseo y amor requieren cuidado, fantasías de cualquier tipo, iluminaciones propias o ajenas, acciones y canciones. El sentido común (ya lo sabemos) es el menos común de los sentidos. Y la espontaneidad no es espontánea. En el mejor de los casos se trata de una tradición heredada contra la que debemos combatir. Si queremos ser espontáneos de verdad más vale empeñarnos en ello con espíritu militante. La juventud es un estado que se obtiene al cabo de mucho esfuerzo, angustia, alegría y decisiones. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos.
L.

martes, 16 de marzo de 2010

Primer paso


Leía recién el primer beso de Andrea y me puse a pensar en los comienzos. Empezar algo, quiero decir, hacer una cosa por primera vez, no se compara con nada. Poco importa si la experiencia inaugural se pareció a la expectativa que generó. La vida real siempre se coloca un poco más acá de los sueños. Las chicas suelen quejarse de su primera experiencia sexual. Dicen que no fue lo que esperaban. Los hombres no decimos nada. Primer beso, primer trabajo, primer viaje, primera infidelidad, primer día en casa propia, primera cita con la muerte. Todo parece resumirse en el primer empujón. Como quien se tira al agua de cabeza por primera vez. El grito del recién nacido. La frustración inédita. El primer orgasmo. Lo que viene después no es lo mismo. No sé por qué pero es así. No es lo mismo. Algunas frases de rutina intentan consolarnos. Nunca es tarde para amar. La vida empieza a los noventa. Mañana es mejor. Pero no me engaño. Lo más hermoso del mundo es comenzar, decía el italiano Pavese. Pienso igual.
L.

lunes, 15 de marzo de 2010

Primer beso


Recibí el primer beso a los diez años. Me lo dio Ernesto, un compañero del salón de clases. Era el más lindo de todos y las chicas lo perseguíamos descaradamente en los recreos y a la salida. Le robábamos lápices, llegamos a pegarle o gritarle para llamar su atención. Ernesto encontró una forma de defenderse. Elegía una nueva novia cada dos semanas. De esa manera las niñas abandonamos el acoso y esperamos pacientemente que se acercara y dijera algo tipo…me estoy enamorando. Un día llegó mi turno. A las ocho de la mañana me habló de amor. A las diez le dí la mano y acepté. A las doce caminamos en medio de un bosque de eucaliptos y llegamos a las ruinas del antiguo colegio. ¿Cómo te sientes?, preguntó. Bien, respondí. Nos sentamos en el prado. Él se acercó. Yo cerré los ojos. Fue una breve y seca unión de labios. Tengo mareo, me dijo. Yo estaba tan roja que no pude hablar. Como era costumbre nuestro romance terminó a los quince días. Involuntariamente, durante quince años, me mantuve fiel a ese beso.
A.

A favor de la pareja


Negar la jaula no significa matar al pájaro. Al contrario. Liberado de instituciones, deberes, papeleos, familias y catedrales el amor en pareja puede llegar alto. Compartir la angustia y la delicia de existir ilumina los días. Ya no se trata de pasarla bien o mal. Es suficiente el acto de transitar un camino sin objetivos. Ni siquiera importa el tema del que se hable. La prueba de amor definitiva consiste en poder estar juntos y en silencio. Así concebida la pareja no se encierra en sí misma, no niega el dolor ajeno, intenta hacer algo para mejorar la vida y el entorno, se compromete con los otros. Cargada de mundo y en lucha contra él la pareja construye un equipo indestructible. Descartada la falacia del amor para toda la vida tanto el hombre como la mujer saben que lo conquistado puede extinguirse en cualquier momento. Esa posibilidad no los desalienta. Los estimula en cambio a cuidar amorosamente lo que tienen. En la cama, en la mesa, junto al mar o en un basurero los amantes disfrutan plenamente el hecho de estar juntos. Pueden pasarse horas ante la vidriera de una ferretería y sentirse en el paraíso. Para que todo fluya la palabra amor debe rimar (sí o sí) con la palabra humor. La alegría es afrodisíaca. Negar la jaula es afirmar la vida.
L.

domingo, 14 de marzo de 2010

Contra el matrimonio


El matrimonio se acabó. Para qué engañarse. Listo. Se acabó. Para saberlo alcanza con salir de paseo como yo, recién, por un parque de la ciudad. No es difícil. El observador inquieto debe limitarse a mirar hombres y mujeres casados en una mesa de café. Uno frente al otro. El hombre lee el diario. Ella fuma. El silencio que circula entre los dos es mortal. Junto a ellos pasan parejas jóvenes de la mano. Todavía se besan y se toman de la cintura. Hasta se tocan el culo creyendo que nadie los ve. Y se miran encantados. Quizás sueñen con casarse algún día, tener seis hijos, ir de vacaciones a Mar del Tuyú y pasar los fines de semana en el shopping Abasto. Patio de comidas. Su ruta. Insisto. El hombre lee el diario. La mujer fuma. Una vez fui a un cine de Caballito con una amiga. Estábamos viendo una película rusa llamada Koktebel. Junto a mí había una pareja coqueta y circunspecta. Entre los dos rondarían cien o doscientos años. De pronto el hombre (en la escena del bosque) le informó a la esposa que deseaba ir al baño. ¿Tenés papel?, preguntó ella. No, dijo él. La mujer le dio un rollito y el hombre se alejó. No quiero decir que todos los matrimonios son iguales. Debe haber algunos muy buenos. Pero la institución llegó a su fin. Listo. Se acabó. Ya es tiempo de salvar al amor de la aniquilación matrimonial. No sólo peligran las ballenas. También tenemos que salvar el mar.
L.

Un momento perfecto


Las condiciones ideales para escribir (o vivir) no existen. El momento perfecto para lo que sea resulta inconcebible. Me quejo de la batería del vecino, de las radios, de los celulares, de los autos con música a todo volumen. El mundo conspira. A veces (sin embargo) siento que protesto por nada. Cuando leo biografías de artistas y escritores famosos compruebo que la situación no era muy diferente a la mía que no soy artista ni escritor ni famoso. Kafka esperaba que todos se durmieran en su casa de locos para intentar alguna línea. Chéjov soportaba el llanto de bebés al otro lado de la puerta, los gritos de su familia, los llamados de pacientes para que fuera a socorrerlos (bajo la nieve y a caballo) en pleno campo. De Dostoievsky ni hablar. Pero el caso más extraordinario que conozco es el de Marc Bloch. El hombre fue fusilado por los nazis en 1944. Antes, confinado en un campo de concentración, escribió Introducción a la historia, un ensayo de alto nivel considerado un clásico ineludible. El aire olía a muerte, no había comida ni baños dignos, no había fuentes para consultar y a veces ni papel ni lápiz. Haciendo trabajos forzados, delgado como un junco enfermo, Bloch escribió y escribió a pesar de todo y contra todos. Hoy su libro va por la octava edición. ¿De qué me quejo? ¿De qué nos quejamos?
L.

viernes, 12 de marzo de 2010

El club de corazones solitarios


Los socios del club de corazones solitarios deberían saber que abandonar la actividad social y deportiva puede costar más caro que la cuota mensual. Durante los últimos seis o siete años estuve llorando a una mujer que me dejó luego de vivir juntos una especie de sueño compartido. Al comienzo (y también al final) creímos que lo nuestro era amor. Suponíamos que estábamos viviendo lo que Deleuze consagró en su filosofía del acontecimiento. Pensábamos que habíamos llegado a un punto sin retorno. La vida conspiró (sin embargo) y el episodio se redujo a nada. Cada cual retornó a su cueva hasta reencontrar más tarde (en otras personas) gran parte del tesoro perdido. Recuerdo esa experiencia cada vez que veo el desmedido entusiasmo de hombres y mujeres por dejar la abstinencia y lograr una unión plena y duradera. ¿Para qué apurarse? Quizás convenga no abandonar del todo el club de corazones solitarios. Hay mucho que aprender en esa institución señera. Lo que deberíamos buscar (a lo sumo) es alguien que nos acompañe a estar solos. Los socios vitalicios saben de qué hablo. Aún felices y con perdices conviene tener (por si acaso) la cuota siempre al día.
L.

Blog monotemático


Dice M. desde Lima que este blog se está volviendo monotemático. Es la palabra que usó. Monotemático. Algo parecido sugiere F. desde Tijuana. Asuntos reiterados, mujeres guapas (dice la mejicana en mejicano) y en lo posible desnudas. Me puse a revisar los últimos posteos para ver si se cumple el defecto. Desde el post más reciente hacia abajo me encontré con violencia en Colombia, masturbación, vida en pareja, periodismo y realidad, animales, situación actual de los océanos, docencia, psicología, malas palabras, cine argentino, historias de vida. No encontré el supuesto monotema sino más bien el pluritema. Las fotos de gente desnuda no deberían molestar. Todos estamos sin ropa bajo la ropa. Supongo que el problema es otro. Este blog tiene un tono marcado que puede confundir. Y cuando escribe Andrea (textos escasos pero intensos) la variedad se multiplica en el estilo. En conclusión. No veo la repetición observada. Además (como le dije a M.) no hay demasiados temas en la vida. Parecen muchos pero todos juntos cabrían apenas en dos o tres cuestiones centrales. Hambre y amor mueven al mundo, decía Schiller citado por Freud. Hambre y amor mueven a Suspendelviaje.
L.

jueves, 11 de marzo de 2010

La chica del lavadero


Mi amiga Isabel (empleada en un discreto Laverap de Tigre) está llena de inquietudes. Tiene 34 años, es separada, lee cuentos de Carver y fantasea con los relatos eróticos de Anaïs Nin. También le gusta cocinar y salir a pasear los domingos. Dice que su novio actual es un poco torpe, que le regala cosas horribles para el día de los enamorados y le manda mensajitos por celular a cada rato. Pero la quiere bien, como dicen las abuelas. Mientras echo jabón a la máquina y la radio suena a todo volumen con Maná ella atiende a los clientes y hablamos de sexo, literatura, pareja y otros temas. Cuando dice que está harta de su trabajo suelo alentarla para que cambie y haga algo que le guste. “No puedo –me aclara-. Soy la chica del lavadero. No sirvo para otra cosa”. ¿Será así realmente? Ayer me escribió Sofía (ex alumna de un taller literario) para decir que dejó la escritura porque no es lo suyo. “Me falta vocabulario”, explicó. Fernando (un vecino que ayuda a su padre en una inmobiliaria) dice algo parecido sobre la vocación postergada. “El periodismo no es lo mío”, argumenta. Me pregunto por qué tanta gente se siente derrotada antes de tiempo. No creo que exista algo llamado lo mío. Nadie nació para esto o aquello. La función hace al órgano y pronto descubrimos que todos son (somos) capaces de proezas increíbles. El problema es quizás el miedo, la falsa conciencia del destino, las duras lecciones aprendidas en casa. Algunas perlas cultivadas brillan oscuramente entre dos cuerpos de nácar. Nadie repara en el fulgor escondido. Nadie está viendo (ahora) a la chica del lavadero.
L.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El más hermoso de los mares


De todos los lugares donde no estuve el mejor fue la isla de Pascua. Tengo recuerdos imborrables de ese viaje jamás concretado. Los gigantes de piedra, las playas de arena gris, la atención maravillosa que nunca recibí de los rapanuí. Creo que esa isla del Pacífico me gustó más que otros destinos tan o más imposibles. Aunque también me cuesta olvidar las callecitas de Ámsterdam (que jamás pisé) y los campos de Arles donde -en el caso de haber ido- podría haber revivido los caminos de Van Gogh. Conozco más esos lugares que los realmente visitados. Y es todo así. Por eso mismo suelo enamorarme con locura de mujeres nunca vistas. Con ellas seré feliz la vida entera. No quiero hechos. Sólo invenciones. El más hermoso de los mares es aquel que no hemos visto (dice el poeta). Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte todavía no lo he dicho.
L.

Vida en pareja


Por razones de dominio público (no necesariamente por falta de amor) la vida en pareja tiende a volverse rutinaria. Pasada la fase de enamoramiento las palabras y los actos se reiteran peligrosamente. La convivencia se carga de cansancio, reproches, momentos de hastío que pueden saldarse en la cama o (más fácil) viendo televisión. Pero el despertador suena puntual al otro día, la oficina descarga sus miserias y la tarde no siempre es rutilante. Algunas parejas dilatan las cosas con la invalorable ayuda de hijos y amantes. El juguete funciona un rato pero también cansa. Y contribuye (con el tiempo) a apagar los restos del fuego inicial. El desenlace no tiene por qué ser fatal. Hay quienes consiguen desarmar el mecanismo. Hacen de cada encuentro una pequeña obra de arte. Se ríen del mundo, se besan porque sí, aceptan la angustia como parte del juego y juegan en el bosque mientras el lobo no está. De ellos será (diría un creyente) el olvidado reino de los cielos.
L.

martes, 9 de marzo de 2010

Dudar de todo I


El principal problema de algunos estudiantes no es la falta de conocimientos sino el exceso de ellos. No son cabezas huecas como suponen los profesores amargados. Al contrario. Tienen la cabeza hasta el tope de certezas, ideas preconcebidas, lugares comunes que les metieron sus padres, sus maestros, los carteles callejeros, los medios, la vida, la sociedad en general. Muy pocos entre ellos encontraron su propia voz. Hablan otros en su lugar. No hay que poner más cosas en la cabeza repleta de los alumnos. Al contrario. Hay que vaciarla hasta donde sea posible y aliviar el peso de la mochila cultural. Conseguir que aprendan a ver el mundo con ojos limpios y sin ideas previas. Más que volcar nuevos contenidos en clase la tarea consiste en instalar, al menos, una buena pregunta.
L.

Dudar de todo II


Lacan decía que entender algo hipnotiza. Uno empieza a sentirse como drogado. O realizado que es peor. No entender (en cambio) resulta estimulante. En general no es bueno vivir demasiado seguros de nada. Algunos hombres dicen que jamás serán abandonados por su mujer. La bruja espera en casa, se jactan convencidos. Y haciendo uso de un clisé bien argentino añaden que tienen la vaca atada. La vaca atada…¡Qué aburrido! Ni siquiera sospechan que la vaca se desató hace rato. Y que está atenta al paso furtivo de los sementales. Demasiada tranquilidad es un embole. Demasiado miedo es un desbole. Lacan decía que entender hipnotiza. Mejor saber la mitad de la mitad de la verdad. Mejor dudar de todo.
L.