Mi amiga Isabel (empleada en un discreto Laverap de Tigre) está llena de inquietudes. Tiene 34 años, es separada, lee cuentos de Carver y fantasea con los relatos eróticos de Anaïs Nin. También le gusta cocinar y salir a pasear los domingos. Dice que su novio actual es un poco torpe, que le regala cosas horribles para el día de los enamorados y le manda mensajitos por celular a cada rato. Pero la quiere bien, como dicen las abuelas. Mientras echo jabón a la máquina y la radio suena a todo volumen con Maná ella atiende a los clientes y hablamos de sexo, literatura, pareja y otros temas. Cuando dice que está harta de su trabajo suelo alentarla para que cambie y haga algo que le guste. “No puedo –me aclara-. Soy la chica del lavadero. No sirvo para otra cosa”. ¿Será así realmente? Ayer me escribió Sofía (ex alumna de un taller literario) para decir que dejó la escritura porque no es lo suyo. “Me falta vocabulario”, explicó. Fernando (un vecino que ayuda a su padre en una inmobiliaria) dice algo parecido sobre la vocación postergada. “El periodismo no es lo mío”, argumenta. Me pregunto por qué tanta gente se siente derrotada antes de tiempo. No creo que exista algo llamado lo mío. Nadie nació para esto o aquello. La función hace al órgano y pronto descubrimos que todos son (somos) capaces de proezas increíbles. El problema es quizás el miedo, la falsa conciencia del destino, las duras lecciones aprendidas en casa. Algunas perlas cultivadas brillan oscuramente entre dos cuerpos de nácar. Nadie repara en el fulgor escondido. Nadie está viendo (ahora) a la chica del lavadero.
L.
L.
Tocaste un tema clave, Luis...Yo misma no sabría decir qué es lo mío...Pero quizás tengas razón y "lo mío" no sea más que una invención. Quizás todos debamos permanecer abiertos y disponibles a cualquier posibilidad de realización y felicidad. No morir en la víspera, como decís en el post.
ResponderEliminarMónica S.
Cada uno construye sus propias barreras y va imponiéndose limites que a vista de otros pueden resultar hasta ridículos. Por ahí nos pasa que nos cruzamos con alguien que nos anima a probar nuevos caminos y uno puede dar ese pequeño gran paso, para comenzar a ver que es posible salirse. .
ResponderEliminarLa predestinación es una forma disfrazada del miedo a la libertad. Sin embargo, creo que vale la pena diferenciar entre el trabajo que da para comer y el trabajo en donde se ejecuta (parcialmente) el deseo. Confundir ambas cosas conduce -por lo general- a la frustración.
ResponderEliminarBuen post.
Rocío.
Servir para algo...servir al propio deseo, toda la vida andando para llegar ahí. Un texto más comprometido con el amor al prójimo!.
ResponderEliminarY la chica del lavadero, convencida de que eso es, eso será. Profecía autocumplida.
ResponderEliminarNo hacer, es no ser. Esto es razón suficiente para pisotear nuestros miedos. Pero para los temerosos, la razón no alcanza. Cosas más primitivas resultan más convincentes.
De la ilusión a la frustración, hay un instante y una oportunidad desperdiciada. Los temerosos esperamos el instante y nos sentimos incapaces de generar oportunidades, eso es un desperdicio. O no. Tal vez sea ser tan realistas como la chica del lavadero. Tal vez.