lunes, 29 de marzo de 2010

El show de la intimidad II


Una amiga y ex alumna de otros años envía un mail en cadena donde le cuenta a sus contactos que murió su papá. El mensaje es largo pero no solo por eso resolví no leerlo. Recuerdo a un ex periodista de Página/12 que hace tiempo escribió una contratapa del diario con el mismo asunto. La muerte de su padre. Le pareció buen tema de nota y procedió como habitualmente proceden los periodistas. El mundo facebook se extiende peligrosamente a todos los campos de la vida. Cualquier evento íntimo es convertido en libro, mail o fotolog. No importa la calidad del producto. Vale por el solo hecho de basarse en una historia real. Uno puede quitarse la ropa con la ventana abierta o cerrada. Alguien puede hasta cagar en público en función de compartir algo que, como la muerte de un familiar, no se soporta en su estricto carácter de hecho privado. Distinto es el caso de escritores mayores que a partir de circunstancias autobiográficas hicieron obras que trascienden ampliamente la situación vivida. Jorge Semprún lo hizo de un modo magistral con su experiencia en Buchenwald, el campo de concentración nazi. O Primo Levi con su martirio en Auschwitz. El artista austríaco Egon Schiele pintó autorretratos en pleno acto de masturbarse que sin duda pertenecen a lo mejor del arte contemporáneo. A todos los demás les recomendaría que se desnuden en silencio y con la persiana baja.
L.

3 comentarios:

  1. Hay otro ejemplo bueno de literatura confesional de alta categoría. Es "Retrato de mi padre", del gran escritor estadounidense Raymond Carver. Estoy de acuerdo en lo que decís. ¿Para qué leer "confesiones" que no le importan a nadie y que encima están mal escritas y no encierran siquiera una mirada interesante sobre nada?
    Rafa

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  2. La hiper "comunicación" (o mejor, información de lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que vivimos, sin esperar realmente comunicarnos, dialogar, esperar algo a cambio)es también la demostración de la enorme soledad que vivimos muchas personas, y que crea la necesidad de dejar de ser anónimos y poder ser leídos, escuchados, "sabidos" por alguien; aunque sea una falacia. ¿Pero qué será lo primero? ¿La soledad; y luego este caudal de palabras virtuales, de fotos digitales que nos hablan?. ¿O más bien la tentación de decirnos surge con esta mentirosa posibilidad de trascendencia que nos dan las redes sociales, y así nos volvemos más solitarios, más parcos, más herméticos en nuestra vida de carne y hueso?
    Muy interesante el blog! Gracias.-

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  3. De terror mandar una cadena para eso, jamás se me hubiera ocurrido...

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