miércoles, 25 de agosto de 2010

Contra las definiciones


Mis alumnos de periodismo están obsesionados con las definiciones. ¿Cómo te definirías?, les encanta preguntar en las entrevistas que encargo. Ella se define. El se define. Nosotros nos definimos. El otro día leía algo que dijo Borges en una de sus famosas conferencias públicas. Le preguntaron, cuándo no, cómo definiría la poesía. Borges detestaba las definiciones de cualquier tipo. Pero aún así aprovechó la oportunidad. La poesía -ensayó- es lo que se siente ante la cercanía del mar o de una mujer. Eso es todo lo que dijo a un auditorio sediento de precisiones. ¿Qué dirían al respecto mis alumnos de periodismo? ¿Qué dirían sobre esa impostura los brillantes académicos de la UBA? Nada. Las principales cosas del mundo (la vida, el amor, la muerte) no pueden definirse de ninguna manera. Todas las otras quizás sí. ¿Pero esas a quién le importan?
L.

3 comentarios:

  1. En las ciencias duras las definiciones son necesarias porque se necesitan estructuras firmes accesibles a todos que permitan avanzar sobre nuevos hallazgos sostenidos en demostraciones ya verificadas. Pero ¿cómo intentar definiciones sobre la vida, el amor o la muerte, conceptos que se nutren en el alma de cada ser humano y sus circunstancias? Tal vez reconocer lo inasible en nosotros y en el afuera despierte temor y esta necesidad de definir o etiquetar quiénes somos y qué nos rodea. Los impresionistas no aceptaron las definiciones del arte conocidas hasta entonces y nos dejaron su visión del mundo, el color y el movimiento.
    Graciela B

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  2. En una entrevista, luego de una catarata de preguntas que apuntaban a definiciones, el negro Dolina frenó a su entrevistador. Le pidió que deje de buscar un perfil, que le preste atención a él y acompañé su pensamiento, que se negaba a ser "perfilado", que nadie le había pedido su consentimiento, que no quería una casilla. Dolina se iba profundamente desilucionado, una vez más. No sé (¿a ciencia cierta?) que tituló el periodista. O quizás no se publicó la nota. ¿A quién puede interesarle la desilución de su entrevistado o, peor aún, la de un hombre? Para los grandes diarios y varias de sus revistas, basta con una buena cantidad de caracteres que deben poner en negrita, para que otros leán y acaben por buscar lo mismo.

    M. R.

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  3. Leo entrevistas donde el periodista se empecina en hacer preguntas de las cuales (estoy segura)ni él mismo podría responder, esta que refleja el blog es una recurrente.

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