Las olas nos enseñan que lo alto no existe sin lo bajo. Basta observarlas con atención para entenderlo. Una ola va acumulando agua, altura y espuma de un modo arrollador. La cresta se dispara hacia arriba con potencia nunca vista. Y todo sigue así hasta que, de pronto, la ola gigante se precipita y muere. No es el único ejemplo. El mayor placer posible entre hombres y mujeres (el acto sexual) se rige por la misma ley. En el momento de mayor disfrute y excitación todo se viene abajo en un segundo. Algo similar ocurre con la fama y el poder. Son lindas experiencias mientras duran. Pero tarde o temprano se desvanecen. ¿Caer violentamente de la cima niega el encanto del ascenso? Al contrario. El goce alcanzado se multiplica debido justamente a su extrema brevedad. Ya advirtió Heráclito (además) que el mismo camino que sube es el que baja. Y viceversa.
L.
L.
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