domingo, 8 de agosto de 2010

Piropos I


Un piropo funciona cuando está dirigido a una única persona. Si es conocida mejor. Y si es desconocida conviene cuidar la estética. Una amiga me dijo que si una mujer estrena peinado o ropa nueva lo mejor no es decirle qué lindo peinado o qué linda blusa. Lo ideal sería optar por un qué bien te queda la blusa o el corte de pelo o lo que sea, es decir, desechar lo general a cambio de lo singular. Cierta poética no estaría mal siempre que se eviten los insufribles lugares comunes, la prosa edulcorada, la inflación verbal. Las mujeres no toleran la falsedad y, con razón, desconfían. A veces conviene ser directos (incluso brutales) sin necesidad de incurrir, como dicen en Brasil, en la pornochanchada. Por delicadeza perdí mi vida, decía Rimbaud. Y tenía razón. Hay dos clases de piropos igualmente válidos. Uno está dirigido a la conquista y consumación. El otro es una obra de arte sin objetivo. Hay una tercera clase (solitaria y perversa) que se aborda en Piropos II. Entre todos los halagos registrados elijo uno que escuché en La Habana el año pasado. Estaba en un bar del Vedado cuando vi a una mujer abriéndose paso en la multitud. Un cubano la miró de pies a cabeza y le dijo en voz muy baja: estoy en un grave problema. ¿Cuál?, se interesó la destinataria. La respuesta fue insuperable. Te he conocido.
L.

1 comentario:

  1. Perfecta disección del piropo como acto solitario y, en muchos casos, ajeno a todo intento de contacto real.
    Elena

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