viernes, 6 de agosto de 2010

La vejez de las preguntas


Suelo proponer en mis clases de periodismo un juego participativo (nombre obviamente irónico) donde los alumnos deben entrevistar a un compañero frente a la clase. La idea es trazar un perfil del elegido. Anoche reiteré el procedimiento y convoqué para ello a una alumna del fondo. Volví a sorprenderme con el tipo de cosas que le preguntaban. Pese a que la mayoría no tienen más de 20 años hablan como si tuvieran 50, 70 o más. ¿Por qué? La chica trabaja como recepcionista y cadete en una empresa de jardinería. Alguien le preguntó si tiene el plan de crecer en la firma, esto es, ascender, adueñarse de las riendas más altas, convertirse en secretaria ejecutiva. Agustina (la entrevistada) dijo que estaba ahí para ganarse unos pesos. Un alumno quiso saber cómo había descubierto su vocación de comunicar. Hice memoria y recordé que jamás la entrevistada había mencionado algo llamado vocación. Tampoco había usado el verbo comunicar. Dijo apenas que se limitaba a estudiar algo para ver qué pasa. Y así el resto. Todo giró en torno a hobbies, vocaciones, ascensos. Nadie le preguntó si le gusta caminar bajo la lluvia, si juega con su perro, si había leído Rayuela de Cortázar, si aprecia la cercanía del mar en verano. Concluí que así como hay lugares comunes también hay preguntas asombrosamente habituales. Dudas que no surgen de una curiosidad vital sino de un formato instalado previamente por generaciones pasadas. Recordé la escena de una película de Antonioni, El pasajero, donde el protagonista intenta entrevistar en el desierto al líder de una tribu nómada. Luego de oír los previsibles interrogantes del periodista el jefe tribal dice una única frase. Yo sé más de usted por sus preguntas que usted de mí por las respuestas. Anoche sentí eso y, más aún, la vejez de las preguntas. Anoche tuve ganas de abrir las ventanas y asegurarme de que no vuelvan a cerrarse jamás.
L.

3 comentarios:

  1. Como alumna, cuando presencié el juego, me acuerdo que me fui a mi casa pensando que quienes preguntan sobre la vida de otro o intentan conocer a otro, no pueden preguntar obteniendo blancos si no consiguieron esas victorias primero en sí mismos. ¿Cómo saber dónde está lo jugoso de una persona si no busqué el mío? Lo segundo que pensé fue que no tiene sentido preguntar desde la propia oscuridad si quien responde no puede contestar sinceramente. No hay Luis Gruss en tercero??

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  2. Cometiendo un sincericidio, admito que no se me ocurrió algo que preguntar.

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  3. Muy bello texto, es sólo que me parece apresurado.
    Creo que en su presentación de la clase dejó en claro que espera poco.

    "Ya no se lee"
    "Preguntan desde la ignorancia y no quieren cambiar.
    "Hasta encunetran formas de defenderlo"
    "Antes no pasaba, fueron los últimos dos.. tres años"

    Se marca la distancia.
    Un ya-los-conozco-de-memoria. Sé dónde y cómo van a fallar.

    Entonces..

    Sí, me pregunté qué libros habrá leido Agustina para nombrarlo a Cortázar. No sólo Rayuela. Hace poco termine Un tal Lucas y me pregunto si la gente lo conoce. A mis manos cayó de casualidad.

    Creo que debe ir más a fondo, conocernos. Estamos llenos de preguntas que quieren nacer,
    pero tememos porque... se espera tan poco que nosotros mismos dejamos de valorarlas.

    En fin,
    sigo leyendo el blog.
    Un saludo
    Naimid Cirelli

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