Usé los brazos como remos. Pensé en algo o en alguien. Un pez. Después no pensé más. Yo era un barco esperando turno para entrar al puerto. Menos aún. La torre oxidada de un barco. Traté de imaginar una playa. La gastada punta del faro, la silueta borrosa de un cuerpo, el bosque de alisos fatigando la cima de los médanos. Todo era lejos entonces. Y lo que estaba cerca no importaba.
L.
Es hermoso este texto. Puede ser que en los momentos de mayor angustia, lo que esté lejos sea lo más atrayente y eso impida que veamos la salvación cercana.
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