miércoles, 18 de agosto de 2010

Las cosas por su nombre


Un libro que omita la experiencia sexual cuando eso resulta necesario desde cualquier punto de vista falla en su origen. Igualmente molesto es leer un texto exclusivamente limitado a la descripción de un coito. En el primer caso terminan imponiéndose las segundas palabras, las alusiones equívocas, las imágenes borrosas. En el segundo todo es tan evidente como inaguantable. Tampoco se trata de mostrar por mostrar o nombrar por nombrar. El cuento más erótico de Cortázar (La señorita Cora) no nombra ni muestra nada. El libro más explícito que se ha publicado (La vida sexual de Catherine M.) no excitaría a nadie jamás. ¿Cuál es el patrón de medida para determinar cuándo y cómo el sexo participa adecuadamente de un cuento o una novela? Calidad, profundidad, sensibilidad pueden ser, quizás, muy buenos puntos de partida.
L.

2 comentarios:

  1. Con sencillez y claridad Luis ofrecés a mi entender buenos ejemplos de cómo tratar un tema que generalmente nos complica al escribir. Lo explícito no incita la imaginación y las sensaciones como las sugerencias suficientes para sentir el texto. Creo que para lograr la calidad hay que ser sensible y tener profundidad de pensamiento para poder revelar con la palabra escrita lo efímero y lo etéreo que envuelve la unión de los cuerpos . Gracias por tus imperdibles observaciones.
    Graciela B

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  2. Creo que al hablar de sexo se pone en evidencia el fracaso del lenguaje. Es imposible nombrar o describir, simplemente se logra rodear. De ahí que la delicadeza y la sencilles sean la mejor manera de acercarse al tema y bordearlo sin alterar su profundidad.
    KAREN.

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